Desenfadada película de un alto valor nostálgico para aquellos que crecimos en los ochenta gracias a la cual la colaboración entre el director Ivan Reitman y el actor Bill Murray (ambos ya habían trabajado juntos en Los incorregibles albóndigas y El club de los chalados, dos películas de dudoso buen gusto sobre las que cualquier calificativo peyorativo corre el peligro de quedarse corto) alcanzó el cenit en lo que a popularidad se refiere. Y es que Los Cazafantasmas se trata de una buena comedia fantástica, dinámica y entretenida a partes iguales, que tiene como única pretensión el divertimento familiar, y que fundamentó su éxito en la comicidad de sus personajes y en unos efectistas recursos visuales, éstos fueron nominados a los Oscar de 1985, y aunque meritorios para la época hoy en día resultan irrisorios. Su secuela, totalmente innecesaria, no posee ni por asomo la naturalidad y fluidez de su predecesora, aunque comercialmente volvió a funcionar.