En pleno revival del cine de zombies, la película francesa La resurrección de los muertos se ha distinguido dentro de dicho género como un producto atípico y diferente tanto en su tratamiento como en su estética. A esta situación ha contribuido sin duda la chabacana y desafortunada traducción que se ha hecho de su título original, Les Revenants, que significa los reaparecidos, los regresados, a todas luces un título mucho más sutil e inequívoco que el elegido en España. Y es que la película proyectada en la sección oficial Fantàstic del Festival de Sitges 2004, poco o nada tiene que ver con el sanguinolento y “podrido” género que George A. Romero reinventó en 1968.
La acción se centra en una pequeña localidad de la campiña francesa. Los muertos recientes resucitan, abandonan los cementerios, se dirigen a los lugares que habitaron en vida, limpios y vestidos de domingo, ni sus cuerpos están corruptos, ni se comen a nadie. Familiares, amantes y amigos experimentan todo tipo de sentimientos contradictorios a raíz del reencuentro. ¿Podrán los muertos reintegrarse en la sociedad?.
De interés decreciente, La resurrección de los muertos, al igual que los mejores títulos de ciencia ficción, se desarrolla inicialmente como una película con fondo social y político (¿cómo integrar en las sociedad a los más débiles y dependientes?), pero acaba deviniendo una parabólica reflexión metafísica sobre la muerte y la aceptación del fallecimiento de lo seres queridos.