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Voto de Servadac:
7
7,4
59.176
Thriller. Drama
El misterioso Nikolai es el chófer de una poderosa familia de la mafia rusa en Londres, un clan liderado por el veterano y frío Semyon y por su hijo Kirill, un tipo inestable muy cercano a Nikolai. Un día en el restaurante de Semyon se presenta Anna, una comadrona de hospital muy afectada por la muerte en el parto de una adolescente rusa. Anna ha decidido buscar a la familia de la chica sirviéndose del diario que ésta dejó escrito en ruso. (FILMAFFINITY) [+]
12 de octubre de 2007
70 de 106 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) Hagan juego, señores
Plano nocturno y en escorzo del neón de una peluquería – [grúa abajo / humedad a ras de calle] – Entramos en el establecimiento y asistimos a un cordial intercambio de palabras (conversación) entre el cliente y su estilista – Un oscurísimo presentimiento se apodera de nosotros – Irrumpe en cuadro la violencia descarnada – A degüello, literalmente. – Ya tenemos el tono de la peli.
Un inicio brillante, magistral. Cronenberg juega al cine con las cartas boca arriba.
===
2) No se admiten más apuestas
Tras un primer cuarto de hora de enorme intensidad, todos los personajes quedan retratados (o apuntados, o quizás, señalados por aquello que trata de ocultarse en su interior y, sin embargo, se transparenta en cada uno de sus gestos):
El capo de la mafia: Semyon (Armin Mueller-Stahl, que nació, proféticamente, en un lugar de Alemania que ahora forma parte de Rusia). Vive atormentado por la posibilidad de que su único hijo sea ‘queer’.
El unigénito blandengue, fingiendo una brutalidad que le es ajena y necesaria: Kirill (Vincent Cassel). La sombra de su padre lo doblega. El alcohol es el sostén para esa crueldad que tanto esfuerzo le supone. El alcohol y…
El sobrio chico para todo: Nikolai (Viggo Mortensen). Impecable. Escueto y convincente. Protagoniza una de esas escenas que van a formar parte del macabro imaginario colectivo. Otra vez (después de ‘El hombre elefante’), ¡los baños públicos de Londres! Terror en carne viva. O bestialismo, supervivencia, dolor y desnudez.
La comadrona de la motocicleta: Anna (Naomi Watts). Hace de chica corriente, traumatizada por la pérdida de un bebé que no llegó a nacer, lo que la acerca a la joven madre, Tatiana, que muere en su hospital. Su historia es muy forzada. Encaja sólo regular. El personaje que interpreta no es lucido, lo lastra alguna incongruencia del guión (como bien dice Macarrones, ¿qué le pasa con la policía?). Una gran actriz en un papel que apenas daba para más.
===
3) Gira la rueda
Avanza la película. La violencia más extrema siempre está latente. No podemos descuidarnos. Desde la primera secuencia, el ambiente de morbo enrarecido excreta un aire irrespirable. Aquí no hay erotismo, es todo pura humillación. Exhibición de carne en la carnicería. Cuestión de dominancia.
La cinta tiene algo de un Chabrol enloquecido, desquiciado. Un paso más hacia el horror con pinceladas de humor negro.
===
Plano nocturno y en escorzo del neón de una peluquería – [grúa abajo / humedad a ras de calle] – Entramos en el establecimiento y asistimos a un cordial intercambio de palabras (conversación) entre el cliente y su estilista – Un oscurísimo presentimiento se apodera de nosotros – Irrumpe en cuadro la violencia descarnada – A degüello, literalmente. – Ya tenemos el tono de la peli.
Un inicio brillante, magistral. Cronenberg juega al cine con las cartas boca arriba.
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2) No se admiten más apuestas
Tras un primer cuarto de hora de enorme intensidad, todos los personajes quedan retratados (o apuntados, o quizás, señalados por aquello que trata de ocultarse en su interior y, sin embargo, se transparenta en cada uno de sus gestos):
El capo de la mafia: Semyon (Armin Mueller-Stahl, que nació, proféticamente, en un lugar de Alemania que ahora forma parte de Rusia). Vive atormentado por la posibilidad de que su único hijo sea ‘queer’.
El unigénito blandengue, fingiendo una brutalidad que le es ajena y necesaria: Kirill (Vincent Cassel). La sombra de su padre lo doblega. El alcohol es el sostén para esa crueldad que tanto esfuerzo le supone. El alcohol y…
El sobrio chico para todo: Nikolai (Viggo Mortensen). Impecable. Escueto y convincente. Protagoniza una de esas escenas que van a formar parte del macabro imaginario colectivo. Otra vez (después de ‘El hombre elefante’), ¡los baños públicos de Londres! Terror en carne viva. O bestialismo, supervivencia, dolor y desnudez.
La comadrona de la motocicleta: Anna (Naomi Watts). Hace de chica corriente, traumatizada por la pérdida de un bebé que no llegó a nacer, lo que la acerca a la joven madre, Tatiana, que muere en su hospital. Su historia es muy forzada. Encaja sólo regular. El personaje que interpreta no es lucido, lo lastra alguna incongruencia del guión (como bien dice Macarrones, ¿qué le pasa con la policía?). Una gran actriz en un papel que apenas daba para más.
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3) Gira la rueda
Avanza la película. La violencia más extrema siempre está latente. No podemos descuidarnos. Desde la primera secuencia, el ambiente de morbo enrarecido excreta un aire irrespirable. Aquí no hay erotismo, es todo pura humillación. Exhibición de carne en la carnicería. Cuestión de dominancia.
La cinta tiene algo de un Chabrol enloquecido, desquiciado. Un paso más hacia el horror con pinceladas de humor negro.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
4) Sigue girando
En su tramo final, el guión es imperfecto. La intensidad se difumina. ¿Quién se cree que la policía vaya a tomar una muestra de sangre de Semyon y no se proteja al bebé que está en la clínica?
Para David Cronenberg, la textura del film es lo esencial; y se le desmadeja el hilo narrativo.
El beso final, leve y aséptico, al lado del sumidero de cadáveres, deja bien a las claras que, en ese mundo, no hay lugar para el amor.
===
5) La bola se detiene
Todo comienza con el ángel de la muerte en la peluquería. Lleva una navaja. Él no la usa. Pero su presencia nos dice que va a ser utilizada. Es la enseñanza que extraemos de la escena.
Luego, cuando el ángel de la muerte acompaña hasta los baños a Nikolai, sabemos que él no va a matarlo. Se ocuparán de ello los esbirros. Escalofriante.
El ángel de la muerte (o quizás la muerte misma) no se doblega ante nadie. Pero, al hablar con Semyon, un contrapicado lleno de elocuencia subraya la terrible jerarquía. El ángel de la muerte sólo se doblega ante el gran capo de la mafia. Vale decir, ante el diablo, la maldad.
Un demonio lynchiano, secundario e inquietante. No se os ocurra entrar en la peluquería. Manteneos lejos de los baños.
===
6) Negro, par y pasa
Negro: adj. Dicho de la novela o del cine: Que se desarrolla en un ambiente criminal y violento, muy violento.
Par: f. pl. Placenta del útero. Su desprendimiento puede causar una hemorragia letal para la madre o el bebé.
Pasa: f. Canalizo entre bajos por el cual pueden pasar los barcos. Y los cadáveres.
===
7) Después de la partida
- Lo previsible: El espectador anticipa lo que va a suceder. Intuimos la realidad de Nikolai, la traición de Semyon, los vericuetos de la historia. La intriga está en el cuándo y en el cómo, no en el qué.
- En la crítica de GoVegetarian encontraréis un acertado análisis del problema del acento ruso en la película. En efecto, la lectura en off (inglés rusificado) del diario de Tatiana, es indefendible.
****************
Cine dentro del cine
****************
A mi diestra, al lado del pasillo, Macarrones. Nada que reseñar. Su comportamiento fue modélico.
Delante de mí, en lo que debía ser la segunda fila del cine, una pareja de orientales. Llegaron tarde, se hundieron: no asomaban sus cabezas por encima del respaldo. ¿Qué hacían? No lo sé. No puedo estar seguro. Sólo sé que visitaron varias veces los lavabos, en plena proyección. Eso sí, por separado. Entrar en ‘Promesas del Este’ para dedicarse al grato intercambio de fluidos se me antoja inconcebible. Además, el chico llevaba la funda de un instrumento (tal vez, una guitarra) y no paraba de abrirla y de hurgar en ella. No quiero imaginarme el aterrador instrumental que guardaba en ese cofre sospechoso. Brrrrr. Alguien dirá que David Cronenberg es un enfermo, pero como bien ilustra nuestra parejita de orientales, la realidad supera a la ficción.
En su tramo final, el guión es imperfecto. La intensidad se difumina. ¿Quién se cree que la policía vaya a tomar una muestra de sangre de Semyon y no se proteja al bebé que está en la clínica?
Para David Cronenberg, la textura del film es lo esencial; y se le desmadeja el hilo narrativo.
El beso final, leve y aséptico, al lado del sumidero de cadáveres, deja bien a las claras que, en ese mundo, no hay lugar para el amor.
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5) La bola se detiene
Todo comienza con el ángel de la muerte en la peluquería. Lleva una navaja. Él no la usa. Pero su presencia nos dice que va a ser utilizada. Es la enseñanza que extraemos de la escena.
Luego, cuando el ángel de la muerte acompaña hasta los baños a Nikolai, sabemos que él no va a matarlo. Se ocuparán de ello los esbirros. Escalofriante.
El ángel de la muerte (o quizás la muerte misma) no se doblega ante nadie. Pero, al hablar con Semyon, un contrapicado lleno de elocuencia subraya la terrible jerarquía. El ángel de la muerte sólo se doblega ante el gran capo de la mafia. Vale decir, ante el diablo, la maldad.
Un demonio lynchiano, secundario e inquietante. No se os ocurra entrar en la peluquería. Manteneos lejos de los baños.
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6) Negro, par y pasa
Negro: adj. Dicho de la novela o del cine: Que se desarrolla en un ambiente criminal y violento, muy violento.
Par: f. pl. Placenta del útero. Su desprendimiento puede causar una hemorragia letal para la madre o el bebé.
Pasa: f. Canalizo entre bajos por el cual pueden pasar los barcos. Y los cadáveres.
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7) Después de la partida
- Lo previsible: El espectador anticipa lo que va a suceder. Intuimos la realidad de Nikolai, la traición de Semyon, los vericuetos de la historia. La intriga está en el cuándo y en el cómo, no en el qué.
- En la crítica de GoVegetarian encontraréis un acertado análisis del problema del acento ruso en la película. En efecto, la lectura en off (inglés rusificado) del diario de Tatiana, es indefendible.
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Cine dentro del cine
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A mi diestra, al lado del pasillo, Macarrones. Nada que reseñar. Su comportamiento fue modélico.
Delante de mí, en lo que debía ser la segunda fila del cine, una pareja de orientales. Llegaron tarde, se hundieron: no asomaban sus cabezas por encima del respaldo. ¿Qué hacían? No lo sé. No puedo estar seguro. Sólo sé que visitaron varias veces los lavabos, en plena proyección. Eso sí, por separado. Entrar en ‘Promesas del Este’ para dedicarse al grato intercambio de fluidos se me antoja inconcebible. Además, el chico llevaba la funda de un instrumento (tal vez, una guitarra) y no paraba de abrirla y de hurgar en ella. No quiero imaginarme el aterrador instrumental que guardaba en ese cofre sospechoso. Brrrrr. Alguien dirá que David Cronenberg es un enfermo, pero como bien ilustra nuestra parejita de orientales, la realidad supera a la ficción.