Comedia dramática que intenta retratar una patología cada vez más común como la depresión. Es curioso cómo cambia la responsabilidad en el tratamiento del tema a lo largo de la película. Al principio comunica muy bien las características de la enfermedad, lo que puede sentir un paciente respecto al entorno y la pobre e incomprensible devolución del mismo. Pero conforme avanza, cae en el lugar común de historia de superación y el famoso “cómo podés estar así con tantas cosas lindas en el mundo”. Pifie total.

Keir Gilchrist es un pibe que se interna voluntariamente en un hospital psiquiátrico por miedo a sus crecientes tendencias suicidas, producto de una familia distante (pese a sus intenciones), una escuela exigente y estresante, y un inconformismo con sus cualidades. En este lugar va a conocer distintos personajes, con distintos problemas, entre los que se destacan dos. Zach Galifianakis (con una actuación tremenda e inesperable), otro paciente, será una especie de guía para el protagonista, no sólo en su estadía ahí, sino para que descubra cosas en su interior, y además lleva a cabo una subtrama que puede terminar siendo más interesante que la principal. Y Emma Roberts es una chica con episodios de automutilación que se convierte en el interés romántico del protagonista (porque sí, pues Hollywood).

En fin, una entretenida historia, con momentos divertidos y numerosas secuencias para levantar el ánimo con mucho encanto, pero que, al final, carece de verosimilitud.