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Voto de Jose_Lopez_5:
4
24 de septiembre de 2019
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Rambo: Acorralado. Parte II" (1985) fue el equivalente al milagro del pan y los peces: sus $44 millones de presupuesto se acabaron convirtiendo en $300 millones de recaudación. Puesto que solo un tonto no agarraría a la ocasión por los pelos de delante, que por detrás es calva, era razonable que "Rambo III" viera la luz por narices. Y no se crea que se hizo esperar mucho, porque en 1988 ya estaba enlatada.
Si en la primera película Johnny era un tipo taciturno al que no dejaban en paz, y en la segunda regresaba al origen de todos sus males para liquidar "vietcons" y soviéticos, en esta tercera decidieron ubicar al bueno de Johnny en Afganistán, que en esa época del año está muy bonita. Los malos, eso sí, volverían a ser los soviéticos, que eran resultones, había muchos y, encima, llevaban años enfangados por allí.
En cuanto al enfoque, Sly no se anduvo con tonterías. Si matar gente a granel daba dinero pues, qué narices, a matar gente se ha dicho. Que además eran comunistas soviéticos, y a esos siempre se les ha tenido mucha ojeriza tras tantos años de Guerra Fría. No en vano, la película cuenta los muertos por decenas, como también hiciese la anterior.
Para justificar la presencia de Johnny en el culo del mundo, el guion recurrió a una excusa tan torpe que casi da risa: a Trautman lo capturan en una operación encubierta por aquellas tierras de Alá. Y, como nadie quiere mover un dedo por él, Rambo lo hace. Si en el fondo el muchacho es un sentimental.
La película nos ofrece así a un Johnny que, mientras intenta rescatar a su coronel favorito, acaba colaborando tangencialmente con los muyahidines, a los cuales se presenta poco menos que como unos oprimidos luchadores por la libertad (véase spoiler). Lo curioso es que, unas semanas antes del estreno, la URSS abandonó Afganistán, por lo que, de la noche a la mañana, la película se quedó sin su principal baza. o_O
Cualitativamente, la película no aporta nada. Sylvester, cuyo rostro parece más pétreo con cada nueva entrega, nuevamente mata soviéticos a diestro y siniestro en lo que podría describirse como un carrusel de muertes a cual más rocambolesca (véase spoiler). Cualquiera diría que Sly competía con Sheldon Lettich (un discutible guionista y aún peor director) para ver a quién se le ocurría la muerte más creativa. Ni sutilezas, ni ideas complejas, ni redondez, ni na de na.
Como ya es norma en Holywood, el presupuesto se incrementó con cada nueva entrega, y en ésta llegó a alcanzar los $63 millones. No sabemos si el jet Gulfstream de $12 millones que Sly pidió como parte de su remuneración estaba incluido en esa cantidad, pero llegó a ser la película más costosa de la historia en su momento. La taquilla respondió con $189 millones, convirtiéndola en un éxito inmerecido. Los Razzies, por su parte, le endilgaron cinco nominaciones, una de ellas al peor actor (y la ganó).
Si le parece absurdo todo esto de Rambo dando matarile al personal como si fuese un videojuego, sepa que no está solo. Unos años después, en 1993, Charlie Sheen parodió tanto esta entrega de Johnny como la anterior en "Hot shots 2". Algo inevitable, pues los excesos de Stallone con el guion empujaban la franquicia hacia el precipicio de la parodia.
Lo dije en su momento y lo vuelvo a repetir: Stallone no es mal actor ni guionista cuando se lo propone. Pero tiene el molesto hábito de proponérselo bien poco. Mejor tomarse esta entrega a guasa.
Si en la primera película Johnny era un tipo taciturno al que no dejaban en paz, y en la segunda regresaba al origen de todos sus males para liquidar "vietcons" y soviéticos, en esta tercera decidieron ubicar al bueno de Johnny en Afganistán, que en esa época del año está muy bonita. Los malos, eso sí, volverían a ser los soviéticos, que eran resultones, había muchos y, encima, llevaban años enfangados por allí.
En cuanto al enfoque, Sly no se anduvo con tonterías. Si matar gente a granel daba dinero pues, qué narices, a matar gente se ha dicho. Que además eran comunistas soviéticos, y a esos siempre se les ha tenido mucha ojeriza tras tantos años de Guerra Fría. No en vano, la película cuenta los muertos por decenas, como también hiciese la anterior.
Para justificar la presencia de Johnny en el culo del mundo, el guion recurrió a una excusa tan torpe que casi da risa: a Trautman lo capturan en una operación encubierta por aquellas tierras de Alá. Y, como nadie quiere mover un dedo por él, Rambo lo hace. Si en el fondo el muchacho es un sentimental.
La película nos ofrece así a un Johnny que, mientras intenta rescatar a su coronel favorito, acaba colaborando tangencialmente con los muyahidines, a los cuales se presenta poco menos que como unos oprimidos luchadores por la libertad (véase spoiler). Lo curioso es que, unas semanas antes del estreno, la URSS abandonó Afganistán, por lo que, de la noche a la mañana, la película se quedó sin su principal baza. o_O
Cualitativamente, la película no aporta nada. Sylvester, cuyo rostro parece más pétreo con cada nueva entrega, nuevamente mata soviéticos a diestro y siniestro en lo que podría describirse como un carrusel de muertes a cual más rocambolesca (véase spoiler). Cualquiera diría que Sly competía con Sheldon Lettich (un discutible guionista y aún peor director) para ver a quién se le ocurría la muerte más creativa. Ni sutilezas, ni ideas complejas, ni redondez, ni na de na.
Como ya es norma en Holywood, el presupuesto se incrementó con cada nueva entrega, y en ésta llegó a alcanzar los $63 millones. No sabemos si el jet Gulfstream de $12 millones que Sly pidió como parte de su remuneración estaba incluido en esa cantidad, pero llegó a ser la película más costosa de la historia en su momento. La taquilla respondió con $189 millones, convirtiéndola en un éxito inmerecido. Los Razzies, por su parte, le endilgaron cinco nominaciones, una de ellas al peor actor (y la ganó).
Si le parece absurdo todo esto de Rambo dando matarile al personal como si fuese un videojuego, sepa que no está solo. Unos años después, en 1993, Charlie Sheen parodió tanto esta entrega de Johnny como la anterior en "Hot shots 2". Algo inevitable, pues los excesos de Stallone con el guion empujaban la franquicia hacia el precipicio de la parodia.
Lo dije en su momento y lo vuelvo a repetir: Stallone no es mal actor ni guionista cuando se lo propone. Pero tiene el molesto hábito de proponérselo bien poco. Mejor tomarse esta entrega a guasa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
- Es curiosa la manipulación mediática en torno a Afganistán y el simplismo que los medios venden. Los afganos, con sus infinitas complejidades y luchas intestinas, han pasado de ser un pueblo inocente invadido por los soviéticos que recibía armas y apoyo de EE.UU., a convertirse en los malos de la historia, pues cobijaban a toda clase de terroristas. La cosa, claro, se complica con la aparición de los talibán y las relaciones que surgen entre las facciones que se apuñalan y apoyan de forma difícil de entender para un occidental. Eso y que ya desde los 70 producían heroína y opio en cantidades industriales, siendo hoy día el principal productor mundial. Cabe preguntarse por qué. En fin, visiones casi infantiles, ora a favor, ora en contra, de una región del mundo que requiere muchas horas de estudio para entrever siquiera las ideas básicas por las que se rige. Aquí todo queda reducido a unos hombres libres enfrentados al terror comunista. Porque sí, porque a Stallone le venía al pelo.
- Las muertes en "Rambo III" son de videojuego, y parecen competir en ridiculez con las de la entrega anterior. Así, algunos enemigos aparecen disparando a la cámara mientras corren lateralmente, en lo que recuerda a juegos clásicos como el "Operation Wolf" (1987), el "Cabal" (1988) o el "Virtua Cop" (1995). El propio Sly dispara ráfagas al tuntún que matan a sus perseguidores, llegando a adoptar alguna pose ridícula para liquidarlos (a la escena de la escalera en los calabozos solo le faltó la frase "¡Cu cu!"). El combate final, con Rambo enfrentado en solitario a un pequeño ejército, ya es un delirio. Aunque, claro, para patochadas lo del tanque y el helicóptero.
- La acción es tan irracional, que el propio Stallone la sazonó con algún chiste, quizás temeroso de que se le hubiese ido la mano. El "momento luz azul", el "no os andáis con chiquitas", el "podríamos intentar rodearlos" o la frase final antes de los créditos podrían ser algunos ejemplos.
- Las muertes en "Rambo III" son de videojuego, y parecen competir en ridiculez con las de la entrega anterior. Así, algunos enemigos aparecen disparando a la cámara mientras corren lateralmente, en lo que recuerda a juegos clásicos como el "Operation Wolf" (1987), el "Cabal" (1988) o el "Virtua Cop" (1995). El propio Sly dispara ráfagas al tuntún que matan a sus perseguidores, llegando a adoptar alguna pose ridícula para liquidarlos (a la escena de la escalera en los calabozos solo le faltó la frase "¡Cu cu!"). El combate final, con Rambo enfrentado en solitario a un pequeño ejército, ya es un delirio. Aunque, claro, para patochadas lo del tanque y el helicóptero.
- La acción es tan irracional, que el propio Stallone la sazonó con algún chiste, quizás temeroso de que se le hubiese ido la mano. El "momento luz azul", el "no os andáis con chiquitas", el "podríamos intentar rodearlos" o la frase final antes de los créditos podrían ser algunos ejemplos.