A comienzos del 2008, Jack Black se gastaba 38 años. A sus espaldas (y sobre su conciencia) acumulaba una carrera cinematográfica que orillaba los 20 años, con un currículo que ya registraba trabajos reconocidos como "Alta fidelidad" (2000), "Escuela de rock" (2003) o "King Kong" (2005), amén de no pocos zurulletes.

Atrás quedaban los tiempos como secundario, cuando Jack se movía en la segunda división. Ahora su sitio era la vanguardia de Hollywood, y su nombre y su rostro hacía tiempo que no pasaban desapercibidos a los aficionados al cine. Ese mismo año, además, tenía pendiente de estreno "Trophic Thunder: una guerra muy perra" y "Rebobine, por favor".

Sin embargo, nada de eso le impidió ponerse a rodar una comedia estúpida sobre la historia de la humanidad a estrenar al año siguiente, "Año uno" (2009). Una película en donde, acompañado de Michael Cera y Olivia Wilde, Black haría repaso a algunos acontecimientos notorios de nuestro pasado, abarcando desde el origen de éste hasta Sodoma. Bueno, desde unos orígenes ficticios, porque los hechos se entremezclan formando un batiburrillo prehistórico y bíblico. Una empanada mental, vaya.

Así, los protagonistas, a base de recorrer escenarios, avanzarían siglos en cuestión de minutos, en un sucedáneo de viaje por el tiempo que solo requeriría traspasar una colina o caminar a través del campo. Su lógica interna, por tanto, se basaba en pasear, literalmente, por la historia antigua, sin que el tiempo afectase a los protagonistas ni impusiera ninguna restricción lógica.

Sin embargo, lo peor estaba por llegar porque, Black, junto a un insoportable Michael Cera, liberó su lado circense e histriónico, interpretando (otra vez) a un personaje excesivo y cargante aficionado a encadenar idioteces. El relato, además, fue impregnado de humor grosero, zafio (muy zafio), con chistes escatológicos y el sexo como motor del relato. A la chorrada, además, se les unió Oliver Platt quien, imagino, no debía andar sobrado de buenas ofertas. No obstante, lo más llamativo fue ver quién era el director: Harold Ramis.

Ramis, quien a mi entender es otro de esos directores ochenteros y noventeros sobrevalorados por la nostalgia, demostró que sus habilidades cinematográficas distaban de ser constantes, aceptando dirigir este bodrio que, por momentos, parecía inspirarse en ese par de criminales que fueron los hermanos Farrelly.

De esta manera, lo que Ramis consiguió fue una comedia horripilante, con algunos personajes abiertamente asquerosos, cuando no de encefalograma plano, luciendo unos diálogos sin ningún sentido ni humor, en donde las gracietas parecían basarse en los anacronismos continuos y las pocas luces de sus protagonistas. Porque, efectivamente, el gran drama de "Año uno" es que es una comedia sin gracia. O con una reservada para espectadores con gustitos muy especiales.

Nada de esto quita que no sea consciente de que hay personas a quien Jack Black les parece un actor genial. Yo creo que sus buenos trabajos se pueden contar con los dedos, en contraste con los bodrietes que manchan su filmografía. Y también es cierto que, de unos años para acá, selecciona mejor los guiones, tanto en calidad como en taquilla, habiéndose convertido en millonario. Además, supongo que se podría argumentar que sus productos mierdosos fueron escalones necesarios para avanzar. Pero eso no los hace mejores.

En resumen, si tiene un mínimo de buen gusto, esquive esta mamarrachada... y las rodillas de Olivia Wilde.