Admirada por muchos devotos, a "Alta fidelidad" (2000) se la ve hoy como un gran trabajo cinematográfico y musical. La crítica, sin ir más lejos, la tiene encumbrada.

La película cuenta la azarosa vida sentimental de un adulto tan perdedor como obseso de la música; de la buena música, que diría él. Uno rodeado de otros inadaptados sociales igual de tarados con los acordes que, en su inmadurez y soledad, se ven a sí mismos como unos gourmets musicales.

De esta manera, John Cusack, el protagonista, nos desgranará su vida privada de forma quejosa, lamentándose de la mala suerte que tiene con las mujeres y de cómo, al parecer, vive condenado a que lo abandonen (véase spoiler 1). Alcanzado su ecuador, la historia, sin embargo, se centrará en su relación actual (véase spoiler 2).

Si tuviera algo positivo que decir de Cusack es que se toma en serio su trabajo. Se mete en el papel con ganas. El problema es que su personaje es cargante hasta la náusea (véase spoiler 3), pues su nulo control emocional lo perfila como un adolescente con las hormonas en zafarrancho de combate y el cerebro aún sin desarrollar (véase spoiler 4). Eso, en un rol que a menudo rompe la cuarta pared para contar sus pensamientos, es una prueba de resistencia. Tanto, que tuve que interrumpir la reproducción varias veces, tantas ganas tenía de arrearle.

Como escuderos, Jack Black y Todd Louiso. El primero subiendo escalones profesionales y preparándose para un nuevo milenio que le traería varias películas muy conocidas. El segundo, dando vida (es un decir) a un odioso patán rayano en el Asperger cuya presencia enerva. Ambos cumplen su función, cada uno a su manera, de actuar como puntos de apoyo del protagonista, aunque Black con su histrionismo, y Louiso con su sedación perpetua, pueden llegar a ser difíciles de aguantar, en especial durante los primeros 40 minutos.

De por medio tenemos a la danesa Iben Hjejle, tan guapa como petarda en su insistencia en no hacer mutis e, incluso, a la, por mí inaguantable, Lisa Bonet; exniña Cosby (ya sabe, el negro gracioso violador) y exmujer de Jason Momoa, que pareciese estar fumadísima toda la película (véase spoiler 5).

Por supuesto que hay más gente. Tim Robbins, por ejemplo, hace algún papelillo encarnando a un mamarracho derrochando seguridad en sí mismo; Lili Taylor, con esa cara de chiflada perpetua, se deja ver lacónicamente (véase spoiler 6); y hasta la buenorra de la Catherine Zeta-Jones se pasea un rato por alguna escena. Y eso por no hablar de uno de esos cameos que hacen correrse a los entendidos en música (véase spoiler 7).

En general, debo admitir que la primera mitad fue un hartazgo, tan poco podía con ella. La segunda, sin embargo, me fue más llevadera, quizás porque la historia avanzaba, aunque al final no depare ninguna sorpresa (véase spoiler 8). Nada de eso quita que dure demasiado para lo que tiene que contar, pues divaga en exceso.

Como puntos a favor se podría citar la larga lista de canciones que conforman su banda sonora, algo que los melómanos valorarán por encima de todo. También es verdad que, de forma efímera, he identificado retazos de algunas personas con las que me topado en la vida (véase spoiler 9). Y me consta que son muchos quienes consideran que la película es un retrato intimista y detallado de las emociones que las relaciones generan (véase spoiler 10). O_o

En resumen, para muchos, una gran película. Para mí un trabajo sobrevalorado protagonizado por un indigente emocional que busca plagiar a Woody Allen. No es mala, y hasta tiene alguna gracia fugaz, pero se me hace lejana. Quienes se identifiquen con este tipejo, sus traumas y sus desbarres mentales, lo mismo debieran buscar ayuda profesional. ¿La novela? Ni idea.