Máximo exponente del cine poligonero, la franquicia "Fast & Furious" (traducida en España como "A todo gas") es la prueba de que, en esta vida, como caigas en gracia, puedes retirarte a vivir del cuento.

Mala a rabiar, la saga, iniciada en el 2001, nunca ha pasado de una retahíla de historias rocambolescas orbitando en torno a las carreras de coches, las machadas y las inverosimilitudes extremas; tanto, que bien podríamos empezar a hablar de parodia contenida. Porque en las películas de "A todo gas" casi nada se sostiene, ya sean unos diálogos horribles (véase spoiler 1), unos actores bastante malos o unas historias ilógicas.

Sin embargo, poco importa que lo vendido hieda si hay compradores fieles. Los mismos que han hecho que casi todas las entregas generen una taquilla mayor que la anterior, hasta el punto de que algunas han superado el umbral de los $1000 millones con generosidad. No sorprendo a nadie al decir que "A todo gas" una de las más rentables colecciones de películas del cine.

La cuarta cinta que nos ocupa es, por tanto, otro vástago de una familia que ya orilla los nueve miembros, y cuya valía es menos que nula. Sus insufribles Vin Diesel y Paul Walker demuestran que, un mal guion embadurnado con reguetón, hip hop y rap, no es escollo para hacer caja siempre que la testosterona y la adrenalina fluyan. A su lado, intérpretes aberrantes, caso de Michelle Rodriguez (véase spoiler 2) y Jordana Brewster. Todos actores pétreos, inútiles frente a la cámara que, si acaso, tienen algún acierto dudoso en su carrera.

Dado que entre el público objetivo de este tipo de escapismo se encontrarán muchos aficionados a los videojuegos de carreras, es lógico que se los tenga en consideración. Por ello, aquí ya ni siquiera disimulan el enfoque videojueguil de los correteos motorizados, mostrando imágenes e interfaces que bien podrían estar extraídas de títulos como el "Burn Out" o del "Split second". Total, "A todo gas 3: Tokyo race" ya parecía la versión con actores reales de aquel vetusto "Metropolis Street Racer".

En lo personal, la razón para ver este mondongo fue conocer el segundo trabajo de Gal Gadot, justo después de que lo intentase con una serie hebrea que duró dos episodios. Un tiempo antes había participado sin éxito en el casting de "Quantum of Solace" (2008), cuyo director de selección, tiempo después, la escogió para este otro. Ya es casualidad que se casara con un promotor israelí millonario y empezaran a salirle oportunidades a esta Miss Israel carente de formación dramática.

Para no extenderme solo diré que sus escasas apariciones son paupérrimas en lo actoral (véase spoiler 3), en tanto en cuanto su rol no pasa de mero putón verbenero marcando pezones para mayor gloria de Vin Diesel (véase spoiler 4). A mí me dicen que llegaría a estar en lo más alto haciendo de Wonder Woman, y de cajón que hubiese perdido caso de haber apostado.

En resumen, otro ejemplo de cómo el cine es una máquina de hacer billetes. Tan larga es esta saga que ya incluso ha hecho sitio a otro bestiajo de la interpretación, Dwayne Johnson. Si solo ha visto alguna de estas películas, sepa que el resto son de la misma guisa.