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España España · . ¯\_(ツ)_/¯ .
Voto de Jose_Lopez_5:
3
Comedia. Fantástico Gary y Wyatt son dos adolescentes que no gozan de lo que se dice demasiada popularidad entre las chicas. Un día, aprovechando que los padres no están en casa, deciden crear por ordenador una mujer espectacular que les obedezca en todo, para poder presumir delante de sus amigos y no requerir la atención del resto de las chicas. (FILMAFFINITY)
30 de agosto de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que solo te pueden hacer gracia si tienes 12 años, eres hombre y careces de Internet, porque todo en ellas apela a la idiotez y al sexo. "La mujer explosiva" (1985), burdo título inventado en España para "Weird Science", es de ésas. Más todavía, si hubiera que escoger solo una, serviría como ejemplar de referencia.

Año 1985. La informática doméstica está en sus albores. Muy en sus albores. Los primeros gráficos por ordenador empiezan a abandonar los circuitos más selectos e, incluso, ya se ven videojuegos que aspiran a explotar ese recurso para crear diversión. A pesar de ello, la masa sigue ignorando qué es un ordenador, cómo funciona, ni lo que puede hacer. El populacho adulto aún continúa anclado a la microelectrónica, con televisores, radios y vídeo reproductores.

En ese contexto en el que los ordenadores seguían teniendo un halo misterioso, apareció una película que buscaba explotar la fama de Kelly LeBrock. Actriz estadounidense cuya única habilidad era estar jamona. Y eso, en los 80, ya era poco menos que un pasaporte a la fama en Hollywood. La idea principal era hacer realidad el sueño de todo pajillero friki. A saber: crear con un ordenador a la hembra perfecta, en lo que vendría a ser la creación del profesor Frankenstein tras atiborrarse de porno.

Para ello, a Lebrok se la hizo acompañar de dos actores jóvenes en ciernes, Anthony Michael Hall e Ilan Mitchell-Smith que, apuesto, nunca imaginaron trabajar junto a semejante gachí. El primero con todo un carrerón por delante; el segundo, no. Ambos encarnarían a los dos descerebrados que, en aras de una calentura incontrolable, juegan a ser dioses. Dioses bien palotes, pero dioses a fin de cuentas.

Paréntesis. Que todo esto salga de Hollywood y de un país como EE.UU. es delirante e hipócrita. Una nación y una industria que, en materia sexual, han demostrado una frigidez y una pacatería extremas de cara al público. Otra cosa es de puertas para adentro, en donde son pura perversión, por no hablar de su rentable industria de cine para adultos.

Volvemos a la película. Tenemos a dos imbéciles creando la versión hipersexualizada del monstruo de Frankenstein. Una jaca harto deseable y con superpoderes. ¿Absurdo? No me jodas. Son dos pavos con sujetadores en la cabeza fabricando una jamelga con un ordenador, ¿piensas que a los guionistas les preocupaba el rigor científico? Pues no. Aquí nunca hubo sitio para la ciencia, la cual fue como ese cardo borriquero al que te arrimas porque su amiga está buenorra. Un recurso transitorio.

Lo que sucede a continuación no tiene sentido explicarlo, porque está en la misma línea que lo ya contado. Absurdeces a granel plagadas de estereotipos que solo pueden gustar a un adolescente de los 80. Ruin, sin embargo, es que detrás de esta aberración estuviera John Hughes. Director con frecuencia descrito como el gran conocedor de la juventud (yanqui) de esa época. Alguien cuyo nombre siempre acompañan en la prensa de títulos como "El club de los cinco" (1985) y "Todo en un día" (1986). Lo que ya no suelen citar es este trabajo. Ni este, ni toda la lista de chuminadas que ha rodado o escrito a lo largo de su carrera. Lo mismo Hughes no es tan brillante como nos quieren vender.

En resumen, Mary Shelley con sexo. O, si lo prefiere, jovenzuelos viviendo aventuras fantásticas mientras maduran, pero cambiando a Spielberg o a Joe Dante por una tetona húmeda. ¿Te gustó siendo un crío? No te culpo. ¿Te gusta de adulto? Supéralo.
Jose_Lopez_5
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