Durante los noventa, y en especial durante su segunda mitad, la serie "Expediente X" fue un bombazo. Para quienes no lo vivieron por su edad, baste decir que fue el equivalente de entonces a "Juego de tronos", aunque en una época en la que apenas había series disponibles y ninguna plataforma de "streaming" (la misma Internet estaba en sus albores con modems de 14.4 kbit/s). Por tanto, el fanatismo televisivo estaba muy concentrado en unos pocos productos.

No obstante, fue inevitable que "Expediente X" terminase perdiendo calidad, porque tanto alienígena, tanto secretismo y tanta tensión sexual no resuelta ya cansaban. Si digo que hizo cumbre con la temporada cinco no creo que mienta. A partir de ahí, hacia abajo. De hecho, la octava y la novena temporadas fueron un verdadero despropósito casi apócrifo, pues David Duchovny había cogido las de Villadiego al acabar la séptima, buscando así las perras que daba el cine. Porque, por entonces, las series eran una industria menor en donde solo había tres tipos de actores: los que empezaban, las viejas glorias olvidadas y los que se habían encasillado y no podían escapar. La pasta estaba en la pantalla grande. Compárese con la situación actual.

Decía que Duchovny se había largado de la serie en el 2000, dejándola huérfana de su protagonista favorito y tocada en la línea de flotación. No en vano, dos temporadas después la finiquitaron. El hombre buscaba algo con más enjundia, con más billetes. En realidad Duchovny ya había estado en el cine muchos años antes, pero no había sido hasta "Expediente X" cuando su cuenta corriente y su fama habían engordado. Su plan, oliéndose ya la tostada quemada, era regresar a la gran pantalla siendo un rostro conocido, por lo que aprovechaba los descansos entre temporadas para volver a meter la patita allí donde se movía el dinero o, siquiera, diversificando en otras series cuando la ocasión no surgía. Lo que fuera para no encasillarse.

En el 2001, y tras un año alejado de los extraterrestres y las conspiraciones del gobierno, se plantó en las salas de cine con una comedia que, ironías de la vida, parodiaba las invasiones extraterrestres: "Evolution". Imagino que debió de ser una jugada para marcar distancias y quitarse de encima el olor a Mulder.

Sin embargo, "Evolution" no tuvo mucha gracia. Sí, era una comedia, y sí por allí andaban una Julian Moore, un Orlando Jones (negro que está en todas partes y en ningún sitio) y un Seann William Scott (ya sabe, "American pie"). Pero aquello tenía una gracia justita porque, por momentos, parecía una película de acción, luego parecía una comedia descerebrada y hasta había instantes de terror superficial. Es como si los guionistas no supiesen qué enfoque darle.

Tampoco ayudó que los personajes fuesen, mayormente, un atajo de cretinos apenas perfilados. Un reparto coral en donde había demasiadas voces clamando por sus minutos en pantalla, lo que imposibilitaba dar consistencia a ninguna. Y eso por no citar a algún secundario que daba auténtico asco, caso de los insufribles gordos con el pelo tintado.

Con un presupuesto de $80 millones , imagino que en gran parte debido a los intentos por usar efectos especiales digitales (a Lucas le había ido bien en taquilla con "Episodio I: La Amenaza Fantasma" en 1999, debieron pensar), la película logró una recaudación en EE.UU. que daba vergüenza, pues no llegó a los $39 millones. Globalmente no alcanzó siquiera los $100 millones, lo que supuso un desastre de narices, pues para ese presupuesto es necesario unos ingresos que, como mínimo, dupliquen lo invertido. Y eso solo para cubrir costes.

En resumen, a Duchovny le salió rana su intento por alejarse de Fox Mulder parodiándolo. Humor idiota, referencias anales y el champú H&S pagando un pastizal por una publicidad nada encubierta. Ríete de "El mundo de Wayne" (1992) y su Pepsi. A la mayoría de los espectadores no les gustó aquel desbarajuste cuyo único atractivo era volver a ver al ex-agente del FBI persiguiendo extraterrestres.