Pocas películas están ancladas en la memoria emocional colectiva con tanta fuerza como "Los cazafantasmas" (1984).

Efectivamente, no exagero al decir que no hay nadie que haya vivido esa época y no conozca ese título. Y tampoco creo que ande desencaminado cuando afirmo que no hay niño o adolescente que la viese por entonces y no le gustara. La mezcla de comedia, personajes carismáticos, fantasía y unos efectos ópticos razonablemente revolucionarios para la época, hicieron de ella un fenómeno de masas. Sin embargo, el paso de los años y la madurez la han puesto en su sitio. O, al menos, así lo defiendo yo.

Porque, no es que "Los cazafantasmas" sea una mala película, pero sí que adolece de un olor a colonia infantil y de un simplismo notables. Que estos hechos pasaran desapercibidos para muchos lo explico por dos razones. Primero, porque gran parte de su público eran (éramos, yo el primero) espectadores imberbes que no tenían ni pajolera idea de cine. Segundo, porque en 1984 el mundo aún arrastraba una mojigatería sobresaliente. Algo apreciable en la mayor parte del cine de entretenimiento, falto de madurez suficiente, lo que facilitó dar por buenos diálogos y personajes que hoy nos harían sonrojar por su simplonería.

A este respecto solo hay que hacer un recorrido por gran parte de los éxitos estadounidenses que trufaron aquella época, para comprender que muchos adultos tenían una visión ingenua del mundo. Diálogos bobos, historias sacadas de cuentos infantiles, y una gran falta de contacto con la realidad adulta, hacían de muchos de estos trabajos exitosos unos pestiños equivalentes a un buen porro. Evasión simple y edulcolorada. Poco que ver con la dureza y aspereza de algunos trabajos televisivos actuales, los cuales se regodean en el dolor y el sadismo hasta niveles enfermizos.

Ciertamente, también había obras ajenas a esta línea de pensamiento, y no pocos de ellas han pasado a la historia por su brillantez. Como también es cierto que, desde hace una década, sufrimos una invasión de cine de superhéroes pensado para churumbeles. Pero en el recuerdo de muchos adultos actuales las películas tipo "Los cazafantasmas" ocupan un lugar que se resiste a la desinfección. Habrá que ver lo que, dentro de veinte años, le ocurrirá a muchos jóvenes de ahora cuando les hablen del cine de superhéroes.

Con un presupuesto de $30 millones, acabó facturando $295 millones en la taquilla mundial, aparte de sus innumerables ingresos por emisiones en TV y merchandising. Una película que, además, propulsó a tres cómicos que, por entonces, ya llevaban tiempo cogiendo carrerilla: Bill Murray, Dan Aykroyd y Harold Ramis; los dos últimos, además, con créditos en el guion.

En resumen, un trabajo que en su momento fue considerado muy bueno, pero que hoy día se debiera ver con una mezcla de nostalgia, cariño y una sonrisa de compromiso en la cara. La clase de película que algunos, equivocadamente, le enseñan a sus hijos queriendo aleccionarlos sobre buen cine. Lo mejor es dejarla donde está y, caso de verla, hacerlo a través de una mampara. Divertimento simpático con enormes influencias en la cultura popular. Sobrevalorado.