Tras varios años de ausencia y respaldado por el clamor popular de los fans, Takeshi Kitano regresa a su género insignia como es el de las películas de yakuzas y lo hace en buena forma.

Nos presenta una historia muy entretenida, con un gran ritmo y giros narrativos constantes. Ambición, mentiras, traiciones elevados a la máxima potencia en una época donde el honor quedó atrás y todo vale con tal de tener más poder o dinero. Ni las casas hermanadas, ni los socios de siempre ni los propios compañeros del día a día escapan a ser vendidos para tal propósito. Todo empieza por una pequeña refriega que acaba salpicando a todos donde cada uno vela por sus propios intereses jugando a interminables bandas y donde no existe el mantener la palabra.

El director nos obsequia con una película que no revoluciona el género pero se hace más que amena para los amantes del mismo, con por supuesto altas dosis de violencia y un variado repertorio de asesinatos. Por ello no defraudará a los amantes de las historias de yakuza ni a los de Kitano, aunque como digo, es una cinta que va directa al grano y no ofrece una profundidad argumental o sobriedad que si hacían otras obras del cineasta. Eso no quita que tenga una elegante puesta en escena mezclada con los clásicos personajes que rozan por momento la caricatura con reacciones surrealistas o exageradas que le ponen un punto de sazón a todo el conjunto.

Nota: 6'5

En twitter: @er_calderilla