Nuevos y diferentes acontecimientos se suceden en la vida de Marcello.
Su noche con Sylvia y la escena de La Fontana Di Trevi son de las cosas más bonitas que jamás haya podido observar en el salón de mi casa. Menuda belleza la de Anita Ekberg,
En todos ellos se aprecia una falta de felicidad y una sensación de dejarlo todo a medias.
La visita de su padre, al que no ha visto desde hace varios años se muestra demasiado cordial, sin ese calor humano que debería de impregnar el aire en esos momentos, se ratifica la distancia entre padre e hijo cuándo éste se ofrece a llevarlo al aeropuerto y el primero rechaza. Avanzando en el film está la visita a la casa de su amigo dónde a pesar de reinar un ambiente calmado y tranquilo, se nos muestra al personaje en una situación de ansiedad constante y que no cesa. Incluso su relación de amor se ve siempre empañada por la falta de madurez de ambos personajes y la insatisfacción que les ha dado y les da en ese preciso momento. No conseguirán jamás alcanzar la utopía de la felicidad.
Digna de enmarcar es la escena que dará lugar algunos minutos más tarde, Marcello tiene que decir a la esposa de su amigo que éste último ha matado a sus dos hijos y acto seguido se ha suicidado. La recibe y le comenta que debe acompañarlo. Contrasta la cara de preocupación de Marcello con la de incertidumbre y fascinación ante tanto paparazzi alredeor de ella.

Luego está el final.
La joven quiere decirle algo, algo que él no logra entender.
¿No hubiera bastado con que se acercara a ella para hacerlo?

¿Realmente que quiso representar el señor Fellini en él?
¿Tiene una propia representación cómo tal?

La Dolce Vita.
Questa vita non è così dolce come loro credono.