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Voto de EstherGarciaTejedor:
9
Drama Ambientada en una isla remota frente a la costa oeste de Irlanda en 1923, narra la historia de dos amigos de toda la vida, Pádraic y Colm, quienes se encuentran en un callejón sin salida cuando Colm pone fin a su amistad de un modo abrupto. Un Pádraic atónito, con la única comprensión de su hermana Siobhán y del simple Dominic, se esfuerza por reconstruir la relación, negándose a aceptar las negativas de su amigo de siempre. Cuando Colm ... [+]
9 de abril de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un pequeño pueblo, literalmente aislado, desde el minuto 1 el tiempo transcurre distinto, el espacio tiene otra densidad. Entramos en un cuento, con sus referencias fantásticas: las banshees o hadas de la muerte; el ghoul que nombra Dominic; el propio aspecto de sus personajes; el gigante, casi ogro tierno, Colm; el humilde protagonista, la dulce hermana. Los personajes parecen todos sacados de una ilustración de cuento de hadas. Y, sin embargo, todo lo que se va viviendo es tan amargo. The banshees of Inisherin es un viaje a un rincón oscuro del corazón.

Las banshees dan más significado que la mera composición de Colm: todo gira en torno al sentido de la vida, ese sentido trazado por la muerte. Las hadas de la muerte avisan y guían a los que van a morir. Y es el recordatorio de la muerte lo que desenvuelve la trama.

Hay referencias a la guerra fratricida (todas las guerras lo son). Pero solo como telón de fondo. Porque está allí, al otro lado, en “tierra firme”. Lo cierto es que ese es el mundo real; lo de Inisherin es un sueño, es un viaje a un lugar recóndito del corazón, donde nos enfrentamos al sinsentido de nuestra existencia.

El corazón, el sentido más profundo, se encuentra en esa conversación enfrentada sobre el sentido y la relevancia de la amabilidad. Niceness. Tan sencilla, pero a la vez no tan fácil de encontrar. Pero, sobre todo, tan despreciada. Nos gusta, sí, recibirla, pero no la admiramos. Colm confunde lo que nos hace inmortales con lo que nos hace admirables a los ojos de nuestros semejantes. Él elige un camino noble, espiritual: la música; el arte. Otros persiguen la riqueza, grandes hazañas, fama y honores. Pero se equivoca al buscar el sentido de la vida en ella.

La cuestión es esa: ¿qué admiramos? Oh, qué inteligente es este o esta, qué de riquezas tiene el otro; qué astuto, qué brillante… Pero no decimos con admiración “qué bondadoso”. Lo decimos con indulgencia, con la sonrisa de quien se sabe beneficiario, de quien siente la garantía que supone que no nos hará daño el bondadoso. Pero no se admira, y no se aspira a serlo.

Ese Gilgamesh que es Colm busca la salida a su depresión, por la falta de sentido de su vida, en algo que “merezca la pena”, que permanezca; en algo que hará que seas recordado. Pero es a la persona de Mozart a la que recordamos, sino su obra. En cambio, del amable, quien le conoció sí recuerda su persona, y es a su persona a la que sigue amando.

Pádraic sigue buscando a su amigo, a la persona, a Colm. Es a la persona a la que no puede renunciar.
La guerra mata la inocencia de un modo brutal, y anula a las personas, a lo que nos hace tales. Pero es solo una epítome del autoengaño humano; del engaño colectivo que nos lleva a renunciar a lo único que da algún sentido, o al menos algún material a la vida: el buen corazón; esa amabilidad pura hacia el otro.
EstherGarciaTejedor
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