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España España · Valladolid
Voto de elumano:
8
Cine negro Años veinte. Dashiell Hammett es requerido por Jimmy Ryan, su antiguo jefe. El caso que le encarga parece fácil: encontrar a una prostituta asiática que lo está chantajeando, pero cuando Hammett llega a San Francisco las cosas empezarán a tomar un cariz más complicado. (FILMAFFINITY)
30 de junio de 2007
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llevada a la gran pantalla en 1982 de la mano de Francis Ford Coppola y dirigida por Wim Wenders, “Hammett” (o “El hombre de Chinatown” como fue traducida), cuenta lo que podría ser una más de las historias del escritor de novela negra Samuel Dashiell Hammett. La diferencia: ahora él es protagonista.

El autor de “Cosecha roja” y “El halcón maltés”, trabajó durante ocho años como detective, lo que le dio cierta experiencia que llevó a sus relatos, aunque Hammett nunca vivió los mundos de violencia, sobornos, mentiras y bandas enfrentadas que se leen en sus obras, sino que sus casos fueron mucho menos virulentos. Tal vez sea esa la razón de la película, el rendirle un merecido homenaje a quien es, junto con Raymond Chandler, el precursor de la moderna novela negra.

Escogido directamente por Coppola, John Barry pone la música. Piano y clarinete, temas muy inspirados y que nos llevan de página en página, de encuadre en encuadre, con la misma lógica y el mismo peso dramático que la historia misma. Sin duda, la música es en “El hombre de Chinatown” pieza clave. Barry supo demostrar su pericia, lo que valió que Coppola le encargara las bandas de sonido de “Cotton Club” y “Peggy Sue se casó”. El propio Wenders, quien no estaba muy animado con la idea de Barry, sucumbió al escuchar el tema de prueba.

Si la música recrea la sustancia última de este asedio a la pantalla del autor americano, la trama queda embebida de los ambientes que, no sin esfuerzo y peleas con Coppola, logró crear Wenders. El director alemán, quizás no muy fiel a su estilo, volcó en cada localización la dureza y los contrastes del género negro anterior, respetando el tempo y el color de las novelas de Hammett.

Y precisamente, ese buen hacer, que consigue que el espectador-lector perciba al mismo tiempo los personajes y las secuencias de los relatos y la personalidad, mitad real y mitad ficticia, de Hammett, se puede ver también en la interpretación y caracterización de un Frederick Forrest impecable en ese papel tan peculiar. Además del protagonista, detectives privados, canallas, mujeres, policías, aprovechados, etc. Todos amigos o enemigos. Todos perfectamente extraídos de entre las páginas amarillentas de algún olvidado manuscrito de los años treinta. Si se está atento y se conoce la obra de Dashiell Hammett, es incluso posible encontrar a alguno de sus personajes, como a ese Max Thaler, apodado Susurro, de “Cosecha roja”.
En definitiva, una película digna de ser vista, no con admiración pero sí con curiosidad, por los amantes del género negro novelado, que encontrarán un Hammett en el papel de “El Agente de la Continental” de sus libros, que tal vez él siempre quiso ser y no pudo.

Y a pesar del diálogo que abría estas líneas, todo termina con un “The end” escrito a máquina que funde a negro.
elumano
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