El punto final de Breaking Bad se asoma impasible por el horizonte y cuando por fin se levante significará un momento definitivo en la historia de la televisión, que ha demostrado con creces que su campo de juego es mucho más amplio, versátil, complejo (e incluso me atrevería a decir útil) que el del actual cine. Quería reservarme la opinión hasta que la conclusión se emitiese, porque tenía miedo de que en algún momento desfalleciera en alguno de los muchos puntos en los que podría haberlo hecho, pero como excelsos prestidigitadores del drama los creadores no han perdido el equilibrio ni la tensión conjunta que ha bañado en un oro catódico fulgurante y majestuoso a su ya inmortal criatura, y no creo que en el poco camino que les quedan por recorrer la vayan a fastidiar. No es que no lo crea, pongo mis manos en el fuego por ellos y se que van a hacer lo que tienen que hacer.

Cuando un hombre se encuentra atrapado entre la espada y la pared, decide hacerse frente a sí mismo y antes de acabar trinchado o aplastado aprovechará su talento para un fin que jamás hubiera justificado si su situación fuera otra. Lo que comienza como un óbice contrarreloj da un vuelco de 360º grados, desmembrando su persona en una dualidad demasiado dispar entre sí como para mantenerse de esa forma tanto tiempo. Una tendrá que imperar sobre la otra. Y en ese momento los verdaderos temas que quieren ser explorados afloran y fluyen con una violencia imperdonable . La culpa, la convicción, el engaño y sobre todo la decisión , la voluntad y el inmovible equilibrio del sentido de la justicia son analizados desde una perspectiva lacerante y contundente que obliga al espectador a comprometerse para que abandone su papel como testigo y se ponga el traje de víctima también.

Los personajes se preocupan por sus vidas, se asustan , se lastiman, se traumatizan, se entristecen, se decepcionan, se carcomen por sus pecados, se mueren ... Son reales. Quizá no son especialmente carismáticos pero en el período en el que los conocemos y en el inframundo en el que se han perdido no hay lugar ni tiempo para exhibir algo tan preciado como el carisma. Es su humanidad afligida la que nos conecta. Por ahí he visto que algunos la consideran una comedia negra y, de ser así, hay que ser de témpano y piedra para creer que la carga humorística es más pesada que la dramática. Ni con todo el dinero amasado por Walt, Jesse, Tuco y Gus juntos podría costearme los gastos en psicólogos para intentar sanear mi cabeza de las atrocidades extremas a las que a duras penas sobreviven el duo protagonista ... en la mitad de la primera temporada. Es cierto que unas cuantas veces no tenemos más remedio que reír histéricamente, pero eso no significa que lo que pasa sea gracioso. Es un mecanismo de defensa.

El cristal de Walter es 99,1% puro, y causa una adicción excitante e irreversible. Aun así, un 0,99% lo aleja de la perfección. Las cosas malas pueden ser magistrales, pero nunca perfectas. Breaking Bad, por otro lado, si que es 100% pura, omnisciente, completa. Como si de un tango en medio de un incendio se tratase, no tenemos otra opción que confiar en que sus bailarines se atendrán a su talento y por ende su deber para fascinarnos, y evitar que el infierno que los rodee pese más que ellos. Como eso es imposible, habrán de danzar entre llamas. Que es horrible, pero aun más fascinante. La mejor serie de su generación.