El mejor "Hamlet" de la historia del cine. Dirigida por el magnífico Franco Zeffirelli, que pone en escena la famosa obra de Shakespeare con un potencial transmisor que otros muchos que lo han intentado no ha podido hacer. Todo ha que decirlo, gracias también a la interpretación de Mel Gibson, que puso aquí tanto talento teatral que en verdad consiguió comunicar como pocos el espíritu de la esta obra tan universal.

El joven príncipe Hamlet descubre, en una visión de su padre recién muerto que se lo comunica, que su muerte no fue natural sino por envenenamiento y asesinato a manos de su hermano o tío de Hamlet, que encima se ha casado en seguida con la viuda o madre del príncipe. El espíritu del padre muerto le exige a Hamlet que venge su muerte por asesinato y a partir de ahí el joven príncipe se empieza a hacer el loco y a tramar cómo vengar y dar su merecido al asesino y a quien se ponga a defenderlo.

A través de esta versión de "Hamlet" podemos entender y gozar de la gran obra de W. Shakespeare, bastante seria, reflexiva y empeñada en hacernos pensar, lo cual no está mal de cuando en cuando.

Ya saben, la historia de Hamlet apela existencialmente al que la lee o contempla. Y recuerden, Hamlet es más que "ser o no ser, esa es la cuestión", también es "¡qué bien se está entre las piernas de una muchacha!" (algo que si uno lo dice hoy en día, los sapos de agua bendita, ya católicos, sociatas o hipocrítas de cualquier pelaje, rápidamente te tachan de pederasta o de devorador de niñas), en fin, Hamlet tiene muchos laberintos de profundidad, que conviene recorrer y sopesar, como mínimo filosóficamente.