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Voto de Adela Hache:
6
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Documental
En 1966, Patricio Coll y Jorge Goldenberg, junto con Luis Zanger y Hugo Bonomo, filmaron el documental Hachero nomás en la cuña boscosa del norte de la provincia de Santa Fé. La película trataba acerca de la situación social de los hacheros de la región y el equipo de rodaje estableció su base en un pequeño poblado llamado Fortín Olmos. A través de testimonios y fragmentos de Hachero nomás, REGRESO A FORTÍN OLMOS reconstruye la ... [+]
26 de noviembre de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la década del ‘60, en medio de las utopías que nacieron en la posguerra con la efervescencia de movimientos sociales progresistas tuvo lugar en el corazón del Chaco santafesino una experiencia comunitaria singular que los directores de este film conocieron en 1966, cuando formando parte de un equipo de jóvenes realizadores del ya mítico Instituto de Cine santafesino, fueron a filmar “Hachero nomás” para registrar la particular vida de los trabajadores que sobrevivían penosamente en los montes de la cuña boscosa, donde extinguido el recurso natural que generó su riqueza, se acababa de retirar La Forestal.
Cuarenta años después, Jorge Goldenberg y Patricio Coll salieron en busca de los sobrevivientes de aquel poco conocido ensayo de cooperativa fraternaria entre obreros y patrones, liderado por jóvenes sacerdotes herederos de los vientos progresistas del Concilio Vaticano II y un buen número de recién iniciados profesionales católicos que elegían ejercer su profesión como un apostolado junto a los más necesitados.
La investigación de lo que quedó de ese curioso laboratorio social es el punto de partida del documental que se va construyendo a medida que se interroga sobre el devenir de aquella experiencia, un trabajo que demandó cuatro años de filmaciones y varias versiones, que los directores fueron cambiando de acuerdo con las derivaciones que surgieron de las propias relaciones internas con el material.
Situada antes de que la violenta década del setenta arrasara con esos heroicos y generosos microemprendimientos, la película permite ver el pasado desde una perspectiva que sólo permite la distancia. Los directores logran ordenar ese diverso mundo y exponerlo hasta lograr un testimonio conmovedor sin manipular al espectador.
El documental abre una mirada lo más amplia posible sobre las contradicciones, la diversidad ideológica y la utopía de una época.
Términos como “sacerdotes obreros”, “evangelio de la pobreza”, “no violencia”, lenguaje e ideas... van exhumándose, desenterrándose hacia la luz del presente que no excluye el testimonio cargado de rencor.
Con una estética sobria y austera, intercalando blancos y negros versus color, para señalar el paso del pasado al presente, el documental privilegia la palabra, los gestos que reflejan emociones. Apela a recursos sencillos como fotografías antiguas, un mapa dibujado para reconstruir el poblado.
El relato no se deja reducir a ningún discurso dominante, abriéndose a todas las voces, contradicciones y autocríticas que aun hoy nos siguen interrogando, se constituye en un modelo respetuoso de cine político que es capaz de exponer la multiplicidad de sentidos.
Cuarenta años después, Jorge Goldenberg y Patricio Coll salieron en busca de los sobrevivientes de aquel poco conocido ensayo de cooperativa fraternaria entre obreros y patrones, liderado por jóvenes sacerdotes herederos de los vientos progresistas del Concilio Vaticano II y un buen número de recién iniciados profesionales católicos que elegían ejercer su profesión como un apostolado junto a los más necesitados.
La investigación de lo que quedó de ese curioso laboratorio social es el punto de partida del documental que se va construyendo a medida que se interroga sobre el devenir de aquella experiencia, un trabajo que demandó cuatro años de filmaciones y varias versiones, que los directores fueron cambiando de acuerdo con las derivaciones que surgieron de las propias relaciones internas con el material.
Situada antes de que la violenta década del setenta arrasara con esos heroicos y generosos microemprendimientos, la película permite ver el pasado desde una perspectiva que sólo permite la distancia. Los directores logran ordenar ese diverso mundo y exponerlo hasta lograr un testimonio conmovedor sin manipular al espectador.
El documental abre una mirada lo más amplia posible sobre las contradicciones, la diversidad ideológica y la utopía de una época.
Términos como “sacerdotes obreros”, “evangelio de la pobreza”, “no violencia”, lenguaje e ideas... van exhumándose, desenterrándose hacia la luz del presente que no excluye el testimonio cargado de rencor.
Con una estética sobria y austera, intercalando blancos y negros versus color, para señalar el paso del pasado al presente, el documental privilegia la palabra, los gestos que reflejan emociones. Apela a recursos sencillos como fotografías antiguas, un mapa dibujado para reconstruir el poblado.
El relato no se deja reducir a ningún discurso dominante, abriéndose a todas las voces, contradicciones y autocríticas que aun hoy nos siguen interrogando, se constituye en un modelo respetuoso de cine político que es capaz de exponer la multiplicidad de sentidos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El relato se entreteje mediante las entrevistas con quienes fueron protagonistas, ahora situados en lugares tan distantes como Montreal (Canadá), Fox de Iguazú (Brasil), París (Francia).
También otros testimonios más cercanos, como el del sacerdote Esteban en Vera; el de Camilo, un agrónomo que actualmente reside en Corrientes; el de las artesanas que aún continúan trabajando en un emprendimiento de telares originado en aquella época, para que las mujeres jóvenes encuentren su propia forma de sustento económico.
Fragmentos de “Hachero nomás” van intercalándose en el montaje: escenas en torno de un baile con acordeón y tragos, vistas de las precarias viviendas de los hacheros, de sus familias numerosas... y muy particularmente la tala de un enorme quebracho que deja un lugar vacío en el monte. Un vacío que el tiempo ha aumentado no solo en el monte.
También otros testimonios más cercanos, como el del sacerdote Esteban en Vera; el de Camilo, un agrónomo que actualmente reside en Corrientes; el de las artesanas que aún continúan trabajando en un emprendimiento de telares originado en aquella época, para que las mujeres jóvenes encuentren su propia forma de sustento económico.
Fragmentos de “Hachero nomás” van intercalándose en el montaje: escenas en torno de un baile con acordeón y tragos, vistas de las precarias viviendas de los hacheros, de sus familias numerosas... y muy particularmente la tala de un enorme quebracho que deja un lugar vacío en el monte. Un vacío que el tiempo ha aumentado no solo en el monte.