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España España · Pamplona
Voto de Telefunken:
5
Drama Kanji Watanabe es un viejo funcionario público que arrastra una vida monótona y gris, sin hacer prácticamente nada. Sin embargo, no es consciente del vacío de su existencia hasta que un día le diagnostican un cáncer incurable. Con la certeza de que el fin de sus días se acerca, surge en él la necesidad de buscarle un sentido a la vida. (FILMAFFINITY)
28 de marzo de 2013
7 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Realmente un argumento como el de 'Ikiru' se merece 140 minutos de metraje?
¿Realmente la inundación de flashbacks aporta algo en términos narrativos?
¿Realmente estamos ante una producción trascendental al nivel de 'Trono de sangre' o 'Los siete samuráis'?
¿Realmente hay muchos elementos poderosos en 'Ikiru' aparte de la interpretación y los rostros de Takashi Shimura?

Para nada.

Lo que muchos denominan 'crítica política' no es otra cosa que la reproducción convencional del mito del funcionario inepto, visión que tal vez reflejase una realidad del Japón de por aquel entonces, pero cuyo valor no tiene mayor alcance que el de una expresión de la época, por mucho que los discursos anti-funcionarios estén a la orden del día. Me río con las alusiones a Max Weber y a sus estudios sociales.

Sin embargo yo encuentro saludable el mensaje inherente al comportamiento de Watanabe: ante una muerte cercana, una de sus primeras tendencias consiste en buscar vivencias especiales, experimentar la juerga y estar con la jovencita. Todo ello se demuestra más tarde insatisfactorio. Entonces Watanabe decide canalizar sus repentinas ansias de vida mediante el trabajo; se desvive por sacar adelante su proyecto. Se trata en definitiva de un rechazo al disfrute estético y egoísta (rechazo radical por darse en los últimos meses de vida, es decir, en un tiempo valiosísimo, no en un tiempo infinito como el de la juventud) y su sustitución por una perseverante entrega a los demás. 'Ikiru' constituye la antítesis de 'El manantial' que solo tres años antes había filmado King Vidor. Se trata de una alegoría del ciudadano cuyos precedentes son difíciles de rastrear fuera del cine soviético. El problema es el recipiente elegido por Kurosawa para expresar dicha alegoría. Se le fueron las manos.
Telefunken
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