Lo que en principio fue una película sin pretensiones, se ha convertido con el paso del tiempo en, sin duda, una de las cimas del cine de los 80. Desde uan admirable y honesta sencillez es el retrato certero, desnudo y lúcido de tres personajes (dos masculinos y uno femenino, maravillosamente interpretados), que se desliza de la ironía al romanticismo, del drama tamizado a la dureza rocosa, en un conjunto elegante, sólido, con diálogos inolvidables (espléndido el penúltimo encuentro entre Jeff Bridges y Michelle Pfeiffer), sin caer jamás en el patetismo inútil y fácil, siendo nada menos y nada más, que una dura, agridulce, sensual, serena e inequívoca reflexión sobre lo que es, en suma, la Vida: ternura, aspereza, dolor, amor, cinismo, individualismo, necesidad de compañía/asociación, paso del tiempo, dignidad personal. Así, como un guante, se desliza y Pfeiffer hace el mejor trabajo de su carrera y queda grabada en la memoria de la historia de los dos hermanos Baker, de sus decadentes a la par que admirables actuaciones en las salas de fiestas y la voz, la figura, el encanto felino, desestabilizador, romántico, de la bella cantante a la que fichan para reflotar el grupo, e inmediatamente, su vida. Querida Pfeiffer, nunca estuviste tan hermosa.
Ejemplar Steve Kloves en su primera película. Es una obra para amarla.