Está claro que el material del que parte Aranda para esta adaptación de "Carmen" es muy del gusto del director: se trata de un material inflamable, con un personaje central lleno de pasión y capacidad de seducción que arrastra a su contrapuesto a un fatal desenlace, del que ella - el personaje - participa, pues no tiene nada que perder dada su propia personalidad y carácter, un personaje con la tragedia tatuada en su propia hermosura y sensualidad.
Con estos elementos, Aranda no logra potenciarlos e intensificarlos logrando una tensión dramática jugosa e irrechazable, dando la impresión incluso en ocasiones de que es poco más que una coartada para que Paz Vega luzca su palmito en un papel que defiende bien porque le va a la medida. Esa tensión, ese estado de excitación solo se logra en la secuencia del lavadero, con ese hormigueo tremendo de mujeres recias e imponentes, con una María Botto magnífica.
Está claro que no contribuye en nada a acrecentar el valor de la película un alelado y nada asequible Leonardo Sbaraglia, para mí mal elegido para ese papel.
Cabe hablar, en definitiva, de una limitada decepción, pues fue la producción más cara del cine español hasta la fecha.