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España España · ciudadano del mundo (palencia)
Voto de kafka:
10
Drama Elisabeth (Liv Ullmann), una célebre actriz de teatro, es hospitalizada tras perder la voz durante una representación de "Electra". Después de ser sometida a una serie de pruebas, el diagnóstico es bueno. Sin embargo, como sigue sin hablar, debe permanecer en la clínica. Alma (Bibi Andersson), la enfermera encargada de cuidarla, intenta romper su mutismo hablándole sin parar. (FILMAFFINITY)
16 de febrero de 2007
52 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda alguna, no solo ya una de las obras maestras de Bergman, sino uno de sus films más absorbentes, ensimismados y rayando lo extremo de éste que, para buena parte de la crítica, inaugura en su autor su etapa del "drama humano".
"Persona" es la historia entre una actriz (Ullman) que se queda repentinamente sin voz mientras interpreta "Electra" sin que luego sea capaz de articular palabra alguna, y su enfermera (Andersson), quien le cuenta toda su vida -hasta episodios intimísimos-, todo ello desarrollado en una isla desierta e idílica.
La película se inicia con un prólogo imponente e impresionante, hermético e inquietante, dónde se suceden planos cargados de simbología y de referencias a la Vida, la Muerte, Dios, el Ser humano... Luego Bergman se abre en canal y sumerge al espectador en una pesadilla cuasimetafísica y filosófica, pero llena de fascinación y maestría, guiada por la exquisita luz de Sven Nykvist y por el soberbio "tour de force" interpretativo entre Andersson y Ullman.
Recorre el gran maestro sueco temas graves como la Incomunicación, el Alma humana que constriñe y asesina al cuerpo y la mente, el Dolor (simbólica imagen la del hombre abrasado en Vietnam), el ensimismamiento como rechazo al exterior, la Angustia vital y existencialista, la búsqueda del "Ser" y del "Yo", la Insolidaridad, así hasta que cabe calificar a "Persona" como un autoexorcismo de Bergman absolutamente irrechazable, tan complejo o inentiligible como profundo y abierto en canal hasta las vísceras al igual que el metafórico cordero degollado del principio (el prólogo, que luego vuelve troceado, parecen ser pesadillas de la actriz), hasta constituirse en un film, en cierto sentido culminante y absolutamente extraordinario.
Se insinúa el amor lésbico y el sexo en el film, la actriz acaba queriendo ser, en un singular proceso vampirizador, la Conciencia de la enfermera (y es que la actriz desde su pasmosa mudez no hace sino interpretar maravillosamente el gran papel de su vida), creándose entre ambas una sibilina relación de dependencia, marcada, al parecer, por la pérdida de un hijo en un aborto (no se ha dado la oportunidad del sufrimiento a ese ser). Bergman navega por el silencio, crea una atmósfera magistral, única y propia, que remite en su austeridad y blancura a Dreyer; navega por la condición humana, embauca con su uso del mar, por ejemplo, rezuma algo dificílmente definible: algo así como filosofía pero dicha en verso, en poesía gorgoriana matizada por un halo místico y certero de un San Juan de la Cruz. Más o menos. Algo rarísimo. Pero bárbaro. Otro arrebato.
kafka
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