En un más díficil todavía, Cronenberg engrosa su atractiva e irregular filmografía con una adaptación de la novela de Ballard que narra una historia singular dónde las haya, que mezcla lo moderno, lo erótico y lo peligroso de manera inquietante: es la historia de un grupo de personas a las que excitan sexualmente sus propios accidentes automovílisticos, o recomponer los de personas míticas (James Dean o Jayne Mansfield por ejemplo), o simplemente susurrarse al oído sus imaginaciones de choques automovílisticos.
Cronenberg crea una atmósfera muy personal, tan morbosa y provocativa como estudiada, en la que muestra al ser humano como un ser entre tarado e irracional que puede llegar a fantasiosos extremos de lo más peligrosos con el fin de satisfacer sus placeres. Es, pues, una invitación de Cronenberg al riesgo y a no quedarse en la superficie pero nos lo muestra con talento y sin ënfasis para que cada cual tome sus propias decisiones y distinguida cuando puede ser buena la búsqueda del placer y de sentirnos bien, y cuando puede ser letal esa misma búsqueda al incurrir en un descontrol fetichista, cuasinecrófilo y morboso (el personaje de Koteas y también de Spader) de lo más peligroso. O sea, que puede estar muy bien echar un polvo en tu coche mientras te lo lavan pero no ponerse a follar mientras se conduce, más o menos, pues el choque no es el mismo, obviamente. Lo que queda claro, es que "Crash" se trata de una de las películas eróticas más sugestivas de los últimos años, con una magníficamente gélida pero ultramorbosa Deborah Unger.