El productor George Miller se puso tras la cámara en la segunda parte de las aventuras del inolvidable, chispeante y maravilloso cerdito valiente Babe. De la producción australiana se pasó además al capital americano. En esta continuación de su memorable y divertidísima predecesora, se cambia el ámbito rural por el urbano para que Babe pueda cumplir una misión y salvar la granja. Se hospedará junto a su ama en un hotel para animales y a partir de allí se unen a él todo un variopinto zoológico (una cuadrilla de chimpancés, un coro de gatos, un perro de presa...).
Resulta ofensivo a la inteligencia poder decir y defender que son de parecida calidad la primera y la segunda parte. Esta película, para mí muy mediocre y falta de vida, está huérfana de la mayoría -sino todas- de las virtudes de su magistral antecesora, resultando interactiva, poco divertida y olvidable en cuanto se ve. Está dirigida con un enfoque demasiado infantil y mirando sin quitar ojo a la taquilla. El apadrinamiento americano de Babe resulta verdaderamente mortecino.
Pero insisto: hay críticos que se permiten el lujo de comparar a ambas y resulta que luego te sorprenden regateando una puta estrellita o un puto buen calificativo a incontestables obras maestras o grandes películas, tan grandes como el puñetazo simbólico que merecerían sus ofensas. Hombre, por favor; por ahí no paso ni pasaré.