Un simple y tímido empleado de banca (Stamp), coleccionista de mariposas, obtiene un gran premio a las quinielas. Entonces se propone lograr su anhelado sueño: secuestrar a la mujer de la que está enamorado con el fin de que ella, tras conocerle, tenga para él los mismos sentimientos...
Posiblemente la película más atípica e inesperada de Wyler (cineasta academicista y canónico dónde los haya) y más a su avanzada edad y que ha sido fuente de inspiración directa o indirectamente a muchas más películas y semilla para dos de las mejores películas del cine español: la genial, obsesiva y absorbente, irrechazable "Bilbao" de Bigas Luna; y la excelente, compleja formalmente y lograda "Átame" de Almódovar. Sin embargo, y pese a todo lo cacareado y la canonización cinéfila de este film, "El coleccionista" queda, a todas luces, como una película que pudo ser genial y se queda a medias. Claramente influenciada por "Psicosis" de Hitchcock, empezando por Stamp como "alter ego" de Perkins, Wyler reduce el espacio y los personajes y transforma esta historia de amor -¿idilio, sueño o deseo sería más correcto?- obsesivo e imposible en una crónica de terror psicológico. Stamp, al lograr raptar a Eggar, tiene la más preciada y única mariposa para su colección pero queda claro que tan pronto se le pierde esa pieza, se lanza compulsivamente a por otra, luego sustituye presunto amor por constante deseo.
Soledad, Obsesión, Idealismo, Realidad y deseo se dan cita en "El coleccionista" pero no logra cuajarse para tan genial historia en una inolvidable, dañina, arrebatadora o pegajosa película. Conclusión obvia: no era Wyler el director indicado para el argumento, pues logró lo que magistralmente sabía hacer: una buena película pero sin el alma arriesgada y despeñada de, pongamos por caso, Buñuel, von Sternberg o el propio y primerizo Luna.