Un caballero y su escudero regresan de las Cruzadas. El caballero está obsesionado con la idea de morir y se ha dado cuenta que la Muerte lo persigue desde hace tiempo...
La película más conocida de Bergman que se ubica en la etapa más genial, frondosa y fascinante de su gloriosa filmografía, y dónde éste despliega sin embalajes, con total y absoluta nitidez, dos temas obsesionantes de su obra: la idea de la Muerte y la idea de Dios.
Bergman es un cineasta de ideas, pues, y ofrece tantas tesis como hipótesis en sus películas. "El séptimo sello" tiene lecturas para dar y tomar, pero resulta genialmente ambigua, abierta, arrebatadora, poderosa. Con unas imágenes de un poder visual extraordinario (remiten a Dreyer directamente pero con la indisoluble personalidad del cineasta sueco), "El séptimo sello" propone un itinerario mágico, místico y genial hacia la idea de la muerte. Ese caballero obsesionado con morir, solo desea antes de que esto ocurra saber qué hay "al otro lado". Aquí comienza, pues, la búsqueda de Dios. Para Bergman está claro que Dios existe (alguien maneja los hilos, pero el hilo es muy fino) pero como dice von Sydow: "quiero entender, no creer". Bergman pretendió mostrar con su obra las contradicciones de creer en Dios, pues no llegamos a entender con firmeza ni de forma indiscutible su identidad. Todo sigue siendo misterio, amargura. Lo absoluto, por tangible, está en lo terrenal; lo relativo habita en lo místico.
La imaginería bergmaniana funciona sobresalientemente en "El séptimo sello". Resulta un film memorable solo por la cantidad de escenas que a uno se le graban en la retina y la mente: desde el empleo de la fisicidad como elemento dramático hasta todas y cada una de las apariciones de la Muerte (genial Bengt Ekerot), apariciones irónicas, dónde se despliega por ésta el único sentido del humor que late en la película, lo cual da idea de la amplitud de lecturas del mismo. "El séptimo sello" es una obra mágica, distinta, que arrastra e hipnotiza, una alegoría fabulada formidablemente interpretada dónde el sello de Bergman es, efectivamente, el séptimo. El del séptimo arte. Genial película, con una apabullante, letal definición del amor: "en este mundo imperfecto, el amor es la cosa más perfecta pues está llena de perfectas imperfecciones".