Un éxito en los 80, sintomático de un tipo de cine coyuntural basado en un tono conservador, apoyado en lo convencional y en una dosificación narrativa que se sostiene malamente, aquí con un argumento descabellado/insostenible a vueltas con el concepto de la eterna juventud.
La película más o menos funciona y cumple lo prometido hasta que un final fofo, ridículo e idiotizante deja en cueros y esqueleto todo lo demás, coronándose en un insuficiente drama fantástico, potaje de alienígenas humanoides encantadores y de enorme corazón con ancianos con posibilidades de ser modelos de diseñadores de calcetines.
Una película típica/tópica del amigo Howard.