La historia de amor entre dos vagabundos: Alex (Lavant) un frustrado artista de circo debido a su alcoholismo, y Michelle (Binoche), una pintora sin rumbo y en plena crisis sentimental, que se está quedando ciega además. La acción se desarrolla básicamente en el puente más viejo de París, el Pont Neuf, cuando éste está siendo restaurado.
La película que encumbró a Carax a la categoría de autor y, sin duda, una de los mejores títulos del cine europeo de los 90. Hoy día, es con toda justicia y en no pocos círculos una película de culto. Carax ofrece una fotografía de París muy diferente a la que estamos acostumbrados: un París de seres desarraigados, sin techo, sin brújula, sucio y desmembrad, un París divergente entre lo festivo y lo más trágico.
Carax dota al film de todo tipo de detalles y como un funambulista no logra despeñarse en los excesos de una trama fascinante, apasionante y hermosísima. Con momentos de un lirismo genuino, terrible, desarraigado, apasionado y universal, contiene tres majestuosas interpretaciones cada uno en su registro, que otorgan al conjunto un equilibrio y un cuerpo de film irrompible: Binoche es una mujer sin destino, deprimida y pese a todo fugazmente feliz y serena; Lavant es un tipo visceral, excéntrico, lunático, bohemio, exagerado; Grüber es la triste conciencia de lo que fue y lo que es ahora, un personaje maravilloso, igualmente interpretado.
Repleta de momentos memorables (las ampollas de somníferos, la visita al museo, la secuencia de la playa, la de los fuegos artificiales: síntesis de lo mejor/peor de su autor...), "Los amantes del Pont-Neuf" es una película maravillosa, una reivindicación de una utopía bohemia y libertaria, un reverso del típìco cuento de hadas, un arrebatado, exagerado y equilibrado a un tiempo canto al romanticismo en un París desconocido, fascinante igualmente. Obra maestra.