"Mars attacks!" es de lo peor filmado por Burton, ni siquiera un film válido, pero aún así, en sus constantes y abruptas irregularidades y deficiencias, se adivina una propuesta sugestiva, que rebosa inteligencia y tendencia a ser diferente. Es la respuesta de Burton a la escatología cinematográfica y fascista de la abominable y vomitiva "Independence day". Pero también toma Burton referencias a "E.T.", y entre la disparidad de ambas, y su entrañable querencia al cine de serie B y Z así como al cómic (la idea original es por una colección de cromos de los 60) surge el film. Los marcianos atacan la Tierra y, cómo no, su punto de contacto con la raza humana se da en los EEUU. Solo que lo que en la burda película de Emmerich era un muestrario fascista del poderío y dominio americanos, aquí es un ejemplo de inoperancia por éstos mismos; además lo que en el merecido clásico de Spielberg eran marcianos tiernos y sentimentales aquí se convierte en unos bichos violentísimos, feos y de muy mala uva. Burton se apoya en la coralidad de un reparto desajustado y pelín desmelenado y en un encanto "kitsch" y extravagante, amén de en un voraz sentido del humor no siempre efectivo en su dinamita transgresora. Ejemplos de tan sangriento humor: el achicharramiento de la paloma de la paz...
Queda claro que no es el pueblo americano el Salvador, sino más bien los gilipollas que van en cabeza de la raza humanoide en su afán también colonizador del pueblo marciano. Burton dinamita con su arsenal toda colección mitomaníaca americana: el ejército, los donuts, el Poder, la "propiedad" de la paloma de la paz, la Ley y el Orden, la televisión, la moralidad, la Casablanca y al propio Presidente (gloriosa osadía: ambos aniquilados).
Burton, con este delirio muy poco familiar y anticolonizador, tremendamente satírico y subversivo, busca provocar la vergüenza ajena en todo bichejo humano que habite el Planeta Tierra. No es una cuestión ya de que existan o no alienígenas, o de que estos sean buenos o malos, más bien es una cuestión de que los mayores alienígenas somos nosotros mismos.
Es una película con un guión muy endeble y unas flojas y poco controladas interpretaciones, que acusa tremendas arritmias que la hacen muy mediocre en su parte final, pero como en "Ed Wood", Burton cuenta una historia de sesgo burdo y zafio y lo hace con un estilo clásico, sofisticado, reposado y elegante. Es, pues, un catálogo muy bienintencionado y dirigido de muy malas y aviesas intenciones, que pese a desequilibrios y una falta de cristalización de toda su riqueza interna, resulta tan fallida como persuasiva.