Sin duda alguna, una preciosa, deliciosa y encantadora película, un melodrama familiar arrancado de una raíz real por Campanella (un padre jubilado quiere cumplir la ilusión de su mujer, enferma de Alzheimer e internada en un centro, después de 44 años de convivencia; nada más y nada menos que celebrar el casamiento por la Iglesia) engrandecido y redondeado por geniales y apropiadísimos giros y golpes de humor (negro, cínico, simplemente cómico, vengativo: los hay de todas clases aquí) que se deslizan magistralmente, además de ajustarse, a la historia central (que más que el propio casamiento, una anécdota preciosa, sería la crisis personal y sentimental que está sufriendo el hijo de la pareja) lográndose una película profunda, lucidísima, maravillosa y vitriólica, un majestuoso ejemplo de gran cine hecho con sencillez, un tono nada enfático y una capacidad transmisora de sentidos sentimientos francamente certera y embaucadora.
En "El hijo de la novia" se fusionan y confunden con genial soltura, drama, comedia, tragedia y documento, pues es también esta película, aunque soterradamente, una metáfora de la actual, penosa y vergonzosa situación de la querida Argentina.
Por cierto, que el alegato anticlerical de apenas dos minutos que pronuncia Darín ante el sacerdote que se niega a celebrar el matrimonio por la Iglesia, además de antológico (y punto culminante a un guión sobresaliente) resulta ser la mejor definición que se ha hecho de la Iglesia y su siniestro mundo contrabandista y de malos mensajeros en mucho tiempo.
Magníficas interpretaciones como siempre en el cine argentino, con una especialmente conmovedora y magistral Norma Aleandro. Creo que también amo esta película, esta obra maestra, homenaje a los sentimientos humanos como el Amor, la Amistad, la Reconciliación, la Comunicación...