Otra gran película del cineasta argentino muy bien afincado en España, Adolfo Aristarain, que bajo la apariencia de humildad y discreción se revela como una poderosa muestra de cine perfectamente dialogado, rodado e interpretado, además de notable calado en su trastienda expositiva y/o ideológica.
Es la historia de un profesor de literatura argentino (enorme Luppi), prematuramente jubilado y esquinado de la sociedad debido a la crónica crisis de nuestra hermana Argentina (derivada directamente de la puta corrupción política y económica reinante), que por otra parte lo hace reavivar en su persona su espíritu rebelde, inconformista y antisistema, comprando una finca apartada de la gran urbe, vendiendo su piso y cultivando allí lavanda."Lugares comunes" muestra de una parte el desencanto existente en una gente por la utopía y el fracaso de su ideología de hormiguitas frente al elefante imperialista y capitalista, pero por otra parte, es un canto hermoso y vigente a que cada uno, desde su pequeña parcelita de lavanda, haga su vida lo más plácida, coherente y razonable posible, para ayudar a mejorar minimamente el desorden imperante en este mundo podrido y asqueroso, estancado en 1.789 y en el lema de la "Liberté, Égalité, Fraternité". En definitiva, que en "Lugares comunes" todos los personajes siguen buscando su lugar en el mundo, en un barniz pesimista pero al mismo tiempo esperanzador.
Maravillosos diálogos y una historia de amor adulto enormemente sentida e interpretada por Luppi y Sampietro.