La tercera película de Gracia Querejeta, que confirma una trayectoria ascendente dotada de insólita madurez y que ya en sí misma es un film admirable, resulta todavía más considerable al partir de un guión original firmado por ella misma y por imprescindible productor, su padre, Elías Querejeta.
Se trata de un melodrama familiar y reflexivo que cuenta la historia de tres hermanas de muy diferentes caracteres que vuelven a reunirse tras la muerte de su madre y para cumplir la petición de ésta de repartir sus cenizas en tres partes: una para el chófer de la familia; otra para la tía (Julieta Serrano); y la última para el padre, que se fugó de casa y nacionalidad portuguesa (Perugorría). Siguiendo la mejor tradición del género pero con un tacto exquisito, Gracia Querejeta hace una análisis profundo de los sentimientos y carencias humanos, guiada por un soberbio grupo de actrices (el personaje de Joao-Perugorría es el que más falla) y un guión magnífico, que equilibra y acierta con igual fuerza la nostalgia, la poesía, los sentimientos, la vida y la muerte.
Reposada, intensa, ejemplar es una oda al alma por encima de lo físico, un poema conmovedor a la restitución de las heridas del alma y del pasado, para vivir el presente y, más importante, en el futuro. Si el alma está herida de poco sirve el cuerpo, lo físico, la fachada exterior, lo mundano.
Quizás sea una obra maestra, con el tiempo intuyo que crecerá como película porque su cine pervive en la retina, es sólido, tiene aroma de clásico, sensación de ser eternamente recurrente para poder ver algo que merece tal condición.