En la ciudad de Sylvia

Sentarse en una terraza a contemplar la vida, a buscar la belleza. Supongo que todos somos animales de terraza, de esperar sentados a que una chica de mirada turbia se acerque a pedirnos fuego. Siéntate conmigo, róbame el alma. El protagonista busca a su musa por las calles de Estrasburgo. Unas calles llenas de mujeres que son Sylvia pero son Laura, la Laura de Petrarca. Nuestra Raquel, nuestra María, nuestra Ana, esa chica que nos hipnotizó en el bar de la facultad, esa chica que leía a Pessoa en el parque con un cigarrillo en los labios y una bufanda al cuello, aunque fuera septiembre. Guerin saca la cámara a la calle a capturar instantes, a buscar una musa que le recite a Pedro Salinas o a Mallarmé. Son todas las chicas de una ciudad improductiva, parada en el tiempo, sin historia, sin empresarios ni políticos, sólo poetas que buscan el amor de Sylvia/Laura, pierden el tiempo, viven, aman. Demasiado bello para ser cierto.