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Los violentos años veinte

Cine negro. Thriller Estados Unidos, Ley Seca, años 20. Relato sobre los diferentes caminos que siguen tres veteranos que se conocen durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Cuando regresan a América tras luchar por su país, tropiezan con el problema del desempleo y con grandes difícultades económicas. Uno de ellos (Lynn) seguirá con decisión el buen camino; otro (Cagney), amargado por la falta de futuro, no encuentra más salida que el contrabando ... [+]
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Críticas 52
Críticas ordenadas por utilidad
4 de mayo de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magistral esta cinta, a la altura de "El Enemigo Público" de Wellman. Una insuperable actuación de Cagney, como de costumbre, realza el interés que hace que quieras seguir viéndola hasta el final, porque verdaderamente, no sabes por donde te va a salir este gran tipo. Uno de los mejores actores que he tenido el placer de ver en la pantalla, sino el mejor.
La película es una absoluta obra maestra en todos sus aspectos cinematográficos y como pasa con el vino, con el tiempo mejora. Como dice el narrador al principio de la película, esta no debería dejar de verse por las generaciones futuras para que se diesen cuenta el modo de hacer bien una película, sabiendo escoger actores, dándole ritmo a la narración, intercalando momentos memorables... en fin vean y disfruten de esta maravillosa cinta de cine negro del bueno.
No queda otra a los que quieran disfrutar del verdadero cine.
superlopez
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12 de enero de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No alcanzo a entender como "Los violentos años veinte" no esta considerada como uno de los grandes clásicos de la historia del cine, Raoul Walsh nos regala una excelente película que resume de manera brillante lo que fueron los años veinte en EEUU, introduciendo con imágenes reales los diferentes cambios políticos, económicos y sociales nos explica la historia de tres amigos que se conocen en una trinchera luchando en Europa durante la primera guerra mundial, a través de los años veremos como sus vidas van cruzándose de manera mas o menos afortunada. "Los violentos años veinte" puede considerarse un buen ejemplo del mejor cine negro pero también es una de las películas que mejor retrata lo que significó la ley seca para la población americana con la aparición de infinidad de bares clandestinos, multitud de bandas y gangsters con sus negocios turbios y sus ajustes de cuentas. El gran acierto del director tema a parte es la elección de los actores, Priscilla Lane, Gladys George y Jeffrey Lynn están esplendidos, Humphrey Bogart genial como de costumbre en quizás su primera gran interpretación, pero esta película no se entendería sin el verdadero protagonista de esta historia, James Cagney que interpreta de manera brillante el ascenso, auge y caída de un mafioso de poca monta que no estaba preparado para asimilar la frenética vida que le tocó vivir. Cagney pertenece a ese grupo de actores a los que no se les ha echo justicia, su talento y sus películas merecen mucho mas reconocimiento por parte de la crítica y del público del que gozó en vida.
En resumen, excelente retrato de una época difícil y convulsa donde mucha gente cruzó la línea de la legalidad simplemente para poder sobrevivir, merece ser vista y sobretodo recordada.
Scarface
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28 de julio de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace poco tuve la oportunidad de revisar "El último refugio", otra obra cumbre de Raoul Walsh. Ya entonces, en estas reflexiones compartidas sobre el cine que cae en mis manos, apuntaba que el prolífico cineasta nunca fue bien tratado por la academia de cine americano. Y que este hecho, lejos de desprestigiar al director, ponía en mal lugar a los premios Óscar. Ahora que vuelvo a disfrutar de otra película de Walsh, me reafirmo en mi opinión, porque me parece inconcebible que, por ninguna de las decenas de películas que nos legó, su trabajo mereciera siquiera una nominación a la preciada estatuilla, siendo tal como demuestra en Los Violentos años veinte uno de los mejores directores de la etapa dorada de Hollywood.

Es esta película una crónica que alterna la ficción con comentarios en off en tono semidocumental, para exponernos con una deliciosa sencillez la ascensión del hampa en los años de la ley seca. Justifica su aparición en una sociedad de posguerra injusta, que niega oportunidades de progreso a los más valiosos. Su evolución y crecimiento también se entiende por la demanda social del alcohol, que quedaba fuera de la legalidad por una desacertada normativa. Finalmente, el ocaso de los contrabandistas será consecuencia del crack del 29 y de la derogación de la propia ley.

En este contexto Walsh enmarca a tres personajes, perfectamente definidos desde el comienzo por su comportamiento en primera línea de batalla. Entre el sadismo y crueldad del personaje de Bogart y la humanidad del de Lynn, un James Cagney que finalmente se erigirá como protagonista, presenta dotes de liderazgo, pero más tibieza moral. Un personaje a la deriva, que sólo en un precioso final redentor encontrará su bondad. Una guapísima Priscila Lane, y una estupenda Gladys George como Panamá, una enamorada resignada en su papel de hermanita que acompaña a Cagney hasta el final completan el elenco entre otros secundarios.

Toda una cróncia de una década en apenas 100 minutos de CINE. Muy buena
AdolfoOrtega
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8 de enero de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de gánsteres que había jalonado buena parte de la estructura de Hollywood durante los años treinta con títulos tan relevantes como «Hampa dorada» (Mervyn LeRoy, 1931), «El enemigo público» (William A. Wellman, 1931) o «Scarface, el terror del hampa» (Howard Hawks, 1932) encuentra su cúspide y culminación con esta fabulosa obra maestra de Raoul Walsh, que compendia en una proyección de 102 minutos el retrato de la convulsa sociedad americana durante los llamados «años locos», es decir, la siempre fascinante década de los años veinte.

Manejando con su característica maestría narrativa diversos registros a los largo de toda la proyección, Walsh nos lleva desde las trincheras de la Primera Guerra Mundial, poco antes del armisticio, hasta las postrimerías del año 1930, cuando el desplome de la bolsa de Wall Street provocó la mayor crisis económica y social de la historia americana. El guion se desliza a través de la fábula de tres personajes: Eddie Bartlett (insuperable James Cagney), un joven honesto y trabajador que al regresar del frente se encuentra sin empleo y, casi por casualidad, pasa a formar parte de una red de contrabandistas de alcohol para locales clandestinos. George Hally (Humprhey Bogart) encarna la otra cara del crimen: se trata de un oscuro facineroso sin escrúpulos, violento, vengativo y ávido de poder. El tercero es Lloyd Hart (Jeffrey Lynn), un joven aplicado que estudia la carrera de Derecho y lleva los asuntos legales de la empresa de Bartlett, hábilmente camuflada en una compañía de taxis, pero que en realidad lucha por ejercer la abogacía lejos de los bajos fondos del hampa. En medio de este terceto de personajes surgen Jean Sherman (bellísima Priscilla Lane), y Panama Smith (Gladys George), dos mujeres de caracteres totalmente opuestos.

Como de costumbre, Raoul Walsh hace gala de una habilidad narrativa realmente encomiable. Valiéndose de un montaje dinámico y contagiando al film de una agilidad que le permite cubrir una década de tiempo narrativo en poco más de una hora y media de proyección, tanto los hechos como las tomas documentales van desgranando la crónica de una época convulsa y crispada por la irrupción del crimen organizado en la sociedad americana. Con gran habilidad, la voz en off pone en situación al espectador, al tiempo que le ofrece un carrusel de imágenes directamente relacionadas con los hechos históricos que se mencionan; a continuación, el director coloca el bloque narrativo correspondiente, dotando de una magnífica continuidad a todo el relato.

Los caracteres de los personajes están magistralmente trazados merced a unas interpretaciones antológicas, entre las que destacan las del joven Bogart y la de un James Cagney deslumbrante. La precisión de guion resulta tan evidente que apenas resulta necesario que los personajes digan cuatro palabras para que ya tengamos un retrato claro de su personalidad y de su pasado. Esta es una característica bastante frecuente en los films de Raoul Walsh y, por extensión, en buena parte del extraordinario cine que se hacía por aquellos años.

Un apunte final para el tema de la violencia. Debo decir que me hace mucha gracia cuando oigo o leo comentarios acerca de la habilidad para tratar o retratar la violencia en el cine en directores como Scorsese, Tarantino o Peckinpah (aunque la admiración por este último y su visceral exposición de la violencia puedo llegar a entenderla). En mi opinión, nadie trabajó mejor la violencia en el cine que Raoul Walsh. Sin salirse de la norma básica del buen cine (mejor sugerir que mostrar), este gran maestro elabora secuencias de una crudeza sin igual, pero en ningún momento renuncia a sus principios estéticos y los actos de violencia encajan con extraordinaria coherencia en la armazón de la película, tanto a nivel formal como discursivo. Con esto no quiero denostar ni a Scorsese ni a Tarantino, ni a su habilidad para exponer la violencia a través de su cine; sólo estoy exponiendo que en ocasiones siento que se cae en adjetivaciones fáciles y un tanto rocambolescas. Creo que cualquiera que desee tomar lecciones de cómo se aplica el concepto de violencia en el cine no tiene más que ver «Los violentos años veinte», seguida de «Al rojo vivo», y con eso tendrá un curso intensivo y completísimo.

Maravilloso desenlace, trágico y casi operístico, para una de las obras maestras totales del cine clásico. Una más del maestro Raoul Walsh, quien vuelve a demostrar que no importa la temática o los mimbres narrativos que tuviera que manejar: su cine, indefectiblemente, terminaba siendo un producto artesanal, fruto del oficio, la entrega y la convicción artística.
Arsenevich
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3 de agosto de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Raoul Walsh es uno de los grandes, cómo demuestra en sus largometrajes.
Esta soberbia película de gansters, cine negro, es portentosa, su guión, escenografía, producción en general...
El elenco de actores es soberbio sobre todo JAMES CAGNEY qué debió ganar el OSCAR por su impresionante interpretación de mafioso con mala suerte, vamos... un perdedor.
Obra maestra total y absoluta.Para enseñar en las escuelas de cinematografía.
camegcat
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