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Antes del atardecer

Romance. Drama Jesse y Celine se conocieron en un tren y pasaron juntos una noche inolvidable paseando por Viena. Aunque prometieron encontrarse de nuevo seis meses más tarde, esa cita nunca llegó a producirse. Nueve años después, se vuelven a ver, pero esta vez en París. Jesse, que está de gira promocionando una novela, la ve en la librería donde está firmando ejemplares. Ella vive desde hace tiempo en París; él, en Nueva York. Jesse inmediatamente ... [+]
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Críticas 181
Críticas ordenadas por utilidad
17 de agosto de 2007
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Genial película de un Linklater que ha demostrado manejarse mejor con películas modestas que con las de gran presupuesto, sacando a relucir sus notorias cualidades, esto es unos diálogos amenos e interesantes y una soberbia dirección de actores, dejándoles a ellos mismos la responsabilidad de sustentar por si solos la emoción contenida y ese sutil halo de romanticismo que supone el visionado de "Before Sunset", con sinceridad y con un compromiso y un respeto total por el material y las pretensiones que manejan.

El resultado es una película inteligente y estimulante, que nos hace sentir la nostalgia y tristeza de los personajes por el tiempo perdido, que nos hace reflexionar a nosotros mismos sobre esas decisiones equivocadas, esos trenes que solo pasan una vez en la vida y las huellas que dejan para siempre en nuestra memoria esas personas que vienen y van, pero que mientras estuvieron nos hicieron sentir VIVOS.
TheJoseTree
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8 de abril de 2008
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
A los nueve años de su noche vienesa, Jesse y Céline se reencuentran en París, con motivo de la presentación de una novela romántica de Jesse, y reanudan su conversación, que se extenderá sin descanso.
Los años transcurridos han madurado a ambos. Se han vuelto más expresivos, irónicos y ocurrentes. También más expertos y sabios. Otro tanto se aprecia en los trabajos de director y guionista, cuyo relato puede ahora apoyarse en los hechos concretos del 'pasado vienés'.
Una nostálgica reflexión sobre las oportunidades perdidas, sobre la fiabilidad de los espejismos amorosos y sobre la exigencia de los compromisos de pareja llena intensamente el tiempo del reencuentro.
Ethan Hawke y Julie Delpy están totalmente metidos en los personajes, los viven; se nota que al cabo de los años les pertenecen, y los dominan y recrean a fondo.
Archilupo
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1 de agosto de 2009
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
El amor no entiende de razones ni motivos, se perpetúa o se extingue sin grandes explicaciones o enormes catástrofes. Su fuerza reside en la obstinación de personas en huída constante. En seres humanos que se agarran a verdades volátiles, a miradas, a sonrisas, al gusto y al tacto de los momentos perfectos.

La distancia no hace el olvido. En un mundo que se mueve por amor, la separación física, temporal e incluso intermitentemente espiritual no provoca el inicio del fin. La muerte de la pasión, el enfriamiento de los sentimientos.

Todo es cuestión de química. Dos personas que se aman pueden hacer frente a todo tipo de adversidades. Estamos hablando del amor como ideal. Como motor y como esperanza. Como recuerdo y como visión de futuro. Es normal que el sentimiento más importante que podemos tener los seres humanos se desplace desde el pasado hacia el futuro marcando irremediablemente un presente que se muerde la cola.

Puede haber amor sin sexo, sin caricias, sin besos, sin abrazos, sin amaneceres ni madrugadas. Sin camas, ni sábanas arrugadas, sin colchones destrozados y somieres al borde del colapso. Puede haber amor allí donde existe una necesidad doble. De otorgar y percibir. De buscar y de ser encontrado. De echar de menos y de querer ser añorado. De tener miedo y fe a partes iguales.

Esto es el amor. Sin verdades absolutas ni historias épicas, sin resignación eterna ni revoluciones silenciosas. El amor se perpetúa y se mantiene expectante. Seduce y es seducido. Es un recuerdo o una expectativa en constante lucha interior consigo misma y con sus dueños.

Antes del atardecer es un vals de diálogos veloces y silencios piadosos. Es un canto a un amor que huye de las emociones prefabricadas para asentarse en el perdón. En la expiación de los pecados y en la rectificación de los errores cometidos. La película de Linklater, Delpy y Hawke es un canto a la esperanza, a las sonrisas y a los diálogos con dobles lecturas.

Solo perdonándonos a nosotros mismos podemos perdonar a los demás. Solo sacrificando una parte de nuestra rabia, podemos conseguir el todo. Solo acurrucándonos en el borde de una cama que parece desconocida podemos entender lo que significa tener esperanza en alcanzar la felicidad, en escuchar un vals que hable de amor.
odaesu
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1 de marzo de 2008
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Varios años después del primer encuentro acaecido en aquellas lejanas tierras Centroeuropeas, se produce este segundo embate, protagonizado por dos personas que en un primer momento pueden aparecer diferentes, cambiados por el paso de los años, pero que en el fondo siguen siendo los mismos que lenitivamente se enamoraron en la preciosa ciudad de Praga.
Ajados, irónicos, de vuelta de todo, se presentan estos ya adultos, aunque todavía adolescentes de espíritu, enamorados, que no han vivido ni han cumplido con todas esas promesas vitales que un día tan cándidamente profesaran.
Película que, hablando sobre la expectativas no cumplidas, sobre la ruin condena de vivir, sobre la insulta cotidianidad de la existencia, no rehuye el compromiso que todo ser humano contrae para con sus semejantes.
El film comienza con estos dos personajes, magníficamente interpretados, departiendo, manteniendo las lógicas distancias, sobre acontecimientos triviales, pero no exentos de interés (así es la vida), para adentrarse con posterioridad, rotas las cadenas de la desonfianza, en la busilis de las relaciones de pareja, y en la desazón que su inexorable decrepitud generan.
Película muy recomendable, que desentraña toda la red de medios defensivos que se tejen alrededor de la certidumbre de la liviandad del ser humano, y por extensión de la vida, con unos diálogos muy inteligentes, que consiguen que el interés por el film y el destino de sus personajes se acrecenten fotograma a fotograma.
Por cierto, película que transcurriendo en tiempo real, retrata una vez más, el maravilloso decorado de la ciudad de París, lugar perfecto en el que relatar las desventuras de estas ingenuas víctimas de sus propios ideales, de estos pobres enamorados, derrotados indefectiblemente, por el abrumador paso del tiempo.
simón
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11 de abril de 2013
16 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera parte me pareció una película de parejita mediocre pero entretenida y con algunos momentos de una mínima atmósfera romántica, sobre todo por la Viena nocturna (la noche en cualquier sitio se presta al romanticismo, que Linklater reflejó con la torpeza que le caracteriza… Pero algo es algo). En esta segunda parte la atmósfera es tan romántica como un concierto de Sepultura. No confundamos el romanticismo y el amor con la verborrea terapéutica o el juego del gato y el ratón sexual. En esta peli no hay amor ni romanticismo alguno, porque en el cine para crear eso se necesita una atmósfera, silencios (que alguien les quite las pilas para que dejen de hablar), tensión sexual bien llevada, un entorno que se preste a ello, un ritmo sutil, una fragancia que debe “sentirse” entre los dos, y los besos y las caricias que han de ser como un regalo final para el espectador. ¿Hay algo de ese romanticismo aquí? Hay “anti-romanticismo”. No hay magia ni chispa ni fuego ni emociones cálidas, sólo una conversación atropellada y el juego del corre-que-te-pillo sexual. Esa pretendida “conexión amorosa” que ven muchos es en realidad una conexión intelectual, que puede sentirse al hablar con un simple amigo, tamizada por el calentón típico al estar con alguien atractivo del sexo opuesto. Si hay amor verdadero, el director no tiene ni idea de cómo mostrarlo. Ni sugerirlo.
¿Diálogos inteligentes? Más bien una filosofía baratucha de andar por casa, llena de lugares comunes tan profundos como un charco. En este sentido es realista porque la mayor parte de la gente es tan mediocre como los protagonistas, dos personajes del montón, frustrados y gárrulos en sus opiniones. ¿Pero profundidad filosófica…? La de una revista para adolescentes. Además la película es política, cada diez minutos la progre europea mete la puntilla al progre americano sobre este sistema de mierda, el imperialismo yanqui, el feminismo paleto, la serenidad espiritual de la pequeña burguesa en la Varsovia comunista y para que quede claro, un gato que se llama Ché (pero ojo, sólo porque Ché significa ¡Eh! en argentino, no vayamos a pensar mal). No me importa ver una película política, pero el mitin a las claras y con honestidad, por favor, no por la espalda y manipulando.
La actriz hace una magnífica interpretación. El chico de nuevo sobreactúa y gesticula casi humorísticamente, en su afán de parecer un hombre nada peligroso, muy sensible y vulnerable, ante el cual las feministas sollocen de alegría, y así hacerse perdonar los pecados de ser macho y encima yanqui. Lo mejor es la presentación del libro, no por el actor, claro, sino por el monólogo. Lástima que se destroce todo cuando aparece ella.
Esta peli de romántica y de amor, nada. Todo rezuma mediocridad, una mediocridad tan extrema que parece salirse de sí misma. Si quieren ver una auténtica película de amor, de fuertes y cálidas emociones bien narradas, visiten “Un extraño en mi vida”, por ejemplo, y comparen.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Dennisdorgan
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