Moloch

Cualquiera que haya visitado o leído algo sobre Rusia, sabe perfectamente que nuestros queridos eslavos no se distinguen precisamente por su sentido del humor y la gracia; vamos que si estás deprimido y te juntas con un ruso, lo normal es que haya dos cadáveres antes de que anochezca. A veces tienen mejor cara... pero siempre es más fácil cuando se han bebido medio litro de vodka.

El cine ruso en general es como su gente, tremendamente aburrido, estreñido y con absoluta falta de verdadera ironía. Todo suele ser muy crudo y muy pesado. Uno de los que se lleva la palma es Alexandr Sokurov, el alumno aventajado de ese grande del cine que fue Andrei Tarkovsky, que cuando se pone puede ser genial y cuando no tiene el día podría apellidarse Tranquimazim.

Cuanto más elevada suele ser su propuesta, más yerra, no me gusta cuando se pone pretencioso, y su tetralogía sobre historia, no deja de ser una memez

Adolf Hitler, pudo ser un tipo muy despreciable, pero nadie podrá negar que fue fascinante, lo mismo que Hirohito o Lenin, y Sokurov los convierte en personajes sin brillo, sin meollo, los quiere retratar con tanta cercanía, humanidad... que al final parecen la vecina del cuarto, y tampoco es eso.

Aunque se suele decir por activa y por pasiva que es más importante lo que se hace que lo que se dice, en el caso de Sokurov prefiero casi sus entrevistas y comentarios a su cine. Aquí les dejo con alguna de sus memorables intervenciones.

-“El futuro del cine depende de la posibilidad de que a él se dediquen las personas que aman la literatura por encima de todo. Todas las grandes películas estarán en manos de aquellos cineastas que pongan a la literatura por encima del cine. Aquellos que se consideren discípulos de los grandes clásicos de la literatura universal”.

Un diez para él. Su cine no corre tanta suerte.