Up in the Air

En primer lugar, definiré qué entiendo por "peli para madres". Cuando vivía la mía, que era tan cinéfila como yo pero era una mujer de su casa seria, católica y un poquito de derechas, la llevaba a comer de restaurante todos los domingos, y luego, a la sesión de cuatro, al cine. Al terminar la sesión, la dejaba en la parada del bus y me volvía a mii casa con la satisfacción del deber filial cumplido. Veíamos las pelis de Robert Redford, Paul Newman (" a mí no me digas, hijo: ya no hay actores con esa presencia"), las de Julia Roberts ("qué mona es esta chica"), y las de Robert de Niro, según enseñase o no la polla ("Novecento" la dejó muy marcada).

Si mi madre siguiese viva, esta sería la peli adecuada: un señor pintón, requetebién vestido siempre, que enseña la carne justa, unas actrices que no le hacen sombra, unos hoteles lujosos y superlimpios, una moraleja familiar adecuada y un final moralizante que haría decir a mi madre "Pues una peliculita mona, gracias, hijo".

Pero hace años que mi madre murió, y, lo que son las cosas, he echado de menos esos momentos "buen hijo" mientras veía esta peli de la que sigo hablando en el revientapelis, vulgo "spoiler"...

Up in the air es genéricamente hablando una comedia dramática como Lost in translation o Sideways, aunque al contrario que estas está mucho más inclinada al dolor que a la risa. Es una película seria que te saca las carcajadas con una especie de sacacorchos psicológico, pero sobre todo es un film dulce, que sin estridencias ni grandes golpes de efecto te seduce lentamente, y aunque su efecto no se note al instante, deja tras de si una complicadísima resaca emocional, cuyos límites son intrínsicos al individuo que la padezca.

Esta tercera película de Jason Reitman posiblemente sea la más madura y la más serena, la más tranquila y la más meditada, y no por ello la menos viva. Tiene diálogos mucho menos ingeniosos que los escritos por Diablo Cody en Juno pero sin embargo tiene unos personajes más complejos. El Ryan Bingham en el que se transforma George Clooney (capaz de moverse entre Spencer Tracy y Cary Grant siendo más que nunca él mismo) es lo mejor que le ha pasado a la comedia dramática USA desde aquel actor fracasado perdido en si mismo que personificaba Bill Murray en Lost in translation. Como él, Ryan Bingham es un paria, que reniega de su hogar y huye de su familia, que se encierra en sí mismo mientras se rodea de extraños en hoteles y barras de bar. Pero como a este, alguien resquebraja su coraza, alguien con nombre de mujer: Alex Goran (Vera Farmiga, hermosa, cálida, brillante) y Natalie Keener (Anna Kendrick, la reencarnación de las penas que arrastra toda su generación, mi generación). Y a partir de aquí asistimos al derrumbamiento de un hombre derrotado, de un looser sentimental disfrazado de capitán de equipo de fútbol americano. Y podríamos decir que resulta desolador, pero estaríamos mintiendo, porque es justamente de esto de lo que habla la película de Reitman: de la destrucción como única salida viable ante el encierro, del cuestionamiento vital como arma con la que afrontar el miedo a lo desconocido, a los sentimientos aplastados por lo artificioso de la vida moderna y sus exigencias profesionales.

En el fondo, Up in the air cuestiona el mundo en el que vivimos, las relaciones humanas que establecemos y los horizontes erróneos que construimos por culpa de nuestra incapacidad para buscar la felicidad acompañados de otras personas que se escapan a nuestro control y a nuestros procedimientos analíticos. Up in the air nos pregunta ¿qué tipo de vida tenemos? y ¿cual queremos tener?.

Y lo digo por la crisis económica, los despidos masivos, el pánico y la alarma social, los economistas, sus mensajes agoreros, la reforma sanitaria de Obama que no va por buen camino, lo bien que les va a los del departamento de recursos humanos y más aún, a los controladores aéreos (al menos en este país). Me asquea la moraleja: sólo sentirás estabilidad y el peso de tu cuerpo sobre la tierra, sin vértigos, cuando hayas formado una pareja y una familia que te arrope en los tiempos difíciles que nos ha tocado vivir.

George Clooney hace de George Clooney, un hombre de mediana edad, de buen ver, sonrisa bonita, seductor, al que le caen los trajes como a ninguno, coleccionista de tarjetas y de zapatillas del Hilton, limpio, aseado y con una asombrosa habilidad para entrar por las puertas de embarque en tiempo record (mira tú… ya sabíamos que el truco está en no facturar, pero no que siempre es mejor hacer cola detrás de un asiático que de un tío con pinta de talibán. Vaya…).

Sufre una especie de fobia social y el compromiso le produce urticaria. Vuela durante 270 días al año e intenta huir de las mundanas relaciones y de los problemas terrenales. Por eso viaja liviano, que diría Borges. Sin peso en la mochila.

Pero mira que da el coñazo con la mochila el chaval… “no metáis objetos materiales, no metáis hijos, ni esposas, ni hermanas, ni sentimientos, ni conciencia”.

Una becaria o recién licenciada en psicología le pone las pilas desde sus candorosos 25 años y sus lecciones de vida aprendidas en películas de Dysney. Pero la cabrona, eso sí, es la artífice de inventar un sofisticado método de despido para rentabilizar ganancias en función de la relación coste mínimo, beneficio máximo. Y de paso para cortarle las alas al tipo este que vive en las nubes.

La rubia, la amante, es la sensatez en persona: la coherencia. Y Clooney, un cobarde por renunciar a sí mismo. ¿Qué quiere convertirse en cisne monógamo para dejar de ser un tiburón? Nadie dijo que la vida fuese fácil, pero por favor, que no vengan estas películas oportunistas con moralina cínica a decirnos cómo tenemos que vivirla.

Adecuada para los Oscars, claro. En eso estamos. Al igual que Mandela en “Invictus”, la doliente adolescente obesa negra y marginada de “Precious” o esta “Up in the air”, para consuelo de los que de un día para otro, se quedan en la puta calle sin oficio ni beneficio.

Sobre la actuación de Clooney, absolutamente nada que destacar. Sólo que los trajes y las corbatas, pareciera que se hubieran inventado para él.

Qué miedo da cuando una comedia se hace con muchos de los boletos en los Globos o en los Oscar. Digo esto porque de comedia siempre hay bien poco, y 'Up in the Air' no es una excepción.

George Clooney es como el buen vino y hace una actuación más que digna. Incluso vería con buenos ojos si se hace con algún galardón importante. Por su parte, la chica salida de la saga 'Crepúsculo' (Anna Kendrick) no hace nada del otro mundo pero tampoco se lleva ninguna pega. Ahora bien, lo de que Vera Farmiga esté nominada en los Globo, en los Bafta y seguramente en los Oscar, me mosquea un poco...

No sé, la película me resultó tan sosa y apática como el personaje protagonista. Carece de sorpresas, la comedia asoma levemente por algún que otro chascarrillo o mueca en la cara de Clooney y en varios puntos aburre un montón.

Un tema clave en la cinta es el de los despidos, tan de boca de todos por los tiempos que corren. Dicho tema está tratado de tal manera, que sintamos en nuestras propias carnes cada despido que friamente comunica Clooney a cada trabajador. Ahí si que destaca la cinta al igual que el trasfondo de cada personaje, que invita a la reflexión más absoluta, y es que queramos o no, todos tenemos algo de mierda dentro de nuestras vidas. Hombre, gracias a eso el final conmueve un poco y te deja la sensación de que no ha sido en valde la hora y media larga, pero ya digo, sigo viendo muy exagerado tanta nominación y tanto bombo que se la está dando.

Despedidor: ¿Mr. Taylor?

Yo: Sí, yo mismo.

Despedidor: Lo lamento mucho, Mr. Taylor, pero me temo que traigo malas noticias. FA se ve obligada a prescindir de sus servicios. Mr. Kurt y todo el equipo le agradecen su desinteresada contribución a la página, pero creemos que su perfil crítico ha quedado obsoleto. Lo siento. Tenga la bondad de recoger sus críticas, vaciar su buzón y eliminar cualquier rastro de su presencia en esta web. Está despedido.

Yo: ¿Cómo? ¿Despedido, yo? ¿Pero quién coño eres tú para despedirme?

Despedidor: Soy Clooney. George Clooney. Despedidor oficial de FA al servicio de Su Majestad, Pablo Kurt.

Yo: ¡Glups! Bueno, bueno… vamos a ver, no nos alteremos. Estoy seguro que todo esto tiene una explicación. Quizás últimamente no ando muy inspirado, lo sé. Pero, joder, llevo tres años y más de 400 críticas publicadas en esta santa casa. Me merezco un respeto ¿no?

Despedidor: Mr. Taylor, cálmese. Se lo explicaré. Pero respóndame antes a unas preguntas, por favor. ¿Se considera usted un crítico serio?

Yo: Hombre, serio, serio…

Despedidor: Comprendo ¿Se considera un gafapasta, quizás?

Yo: ¿Gafapasta, yo?

Despedidor: Ok ¿Cachondo, tal vez?

Yo: Ejem, bueno, no sé. Yo no diría tanto.

Despedidor: Ya ¿Malote, entonces?

Yo: ¿Malote? No, no. ¡Pero si soy un cacho pan!

Despedidor: Ahora escuche atentamente y responda con absoluta sinceridad ¿Pertenece usted al ignominioso clan de los “nomecuentestuvida”?

Yo: La duda ofende, tío.

Despedidor: Por segunda vez… ¿Pertenece usted a los “nomecuentestuvida”?

Yo: Por la gloria de tu madre, George, ¿cómo puedes acusarme de eso?

Despedidor: Por tercera y última vez, Mr. Taylor… ¿Pertenece o no pertenece usted a los putos “nomecuentestuvida”?

Yo: Sí, vale, de acuerdo. Soy un puto “nomecuentestuvida”. ¿Y qué pasa? ¿Me vas a echar por eso, cabrón?

Despedidor: Yo, no. Lo harán sus colegas, Mr. Taylor. Le concedo 48 horas para que reúna 10 putos votos positivos por esta mierda de crítica. Y si no, a la puta calle. ¿Me ha entendido, Mr. Taylor?

Yo: Perfectamente, George. Por cierto, ¿no te he contado nunca aquella vez que…?