La noche de Varennes

Ettore Scola fue mucho más conocido por sus comedias, pero aquí demostró que, sin renunciar al humor, también podía hacer excepcionales recreaciones históricas. Es el caso de este "Il Mondo Nuovo" (a España llegó como "La noche de Varennes"), adaptación de la novela de Catherine Rihoit, en la cual se planteaba un encuentro ficticio entre personajes reales a resultas de la huida en junio de 1791 de los reyes de Francia, en plena revolución. Esta fuga en busca de la ayuda de los austríacos y su rápida captura supuso un enorme descrédito para éstos, vistos como unos traidores por haberse querido unir a las potencias extranjeras: aunque Luis XVI fue repuesto en el trono y firmó la Constitución de 1791, luego no quiso enviar tropas contra los enemigos de la Convención y finalmente fue derrocado, siendo guillotinado en enero de 1793 (María Antonieta en octubre).

Sirva la enumeración de frenéticos acontecimientos para percatarse de cómo estaba el asunto en aquellos tiempos revolucionarios, de fin de una época y el comienzo de otra, un mundo nuevo, en suma. Y eso lo sabe transmitir muy bien la película, mediante personajes tanto históricos como ficticios, que no pueden hacer nada ante la precipitación de los hechos. Unos se lo toman bien, otros regular y otros directamente mal, como evidentemente los privilegiados.

La diligencia que parte de París contiene personajes reales, a saber: el libertino y novelista pornográfico Restif de la Bretonne (1734-1806), interpretado por un gran Jean-Louis Barrault; el estadounidense y "Padre de la Patria" Thomas Paine (1737-1809), personificado por Harvey Keitel; o la condesa Sophie de la Borde (1767-1792), dama de compañía de la reina, cosa de la alemana Hanna Schygulla, junto a otros ficticios como magistrados, magnates y sirvientes. Luego se unirá un ya achacoso Giacomo Casanova (1725-1798), lejos de sus años de gloria, encarnado excelentemente por Mastroianni (genial escena cuando está orinando con Restif y los dos se cuentan sus dolencias y hablan del pasado).

Lo mejor de la película, aparte de su muy competente rigor histórico y buen nivel de recreación, pocas veces visto, que van desde el vestuario (lujoso, pero no siempre inmaculado) a los suntuosos o decadentes interiores (maravillosamente iluminados con velas) pasando por pequeños objetos y utensilios, son sus diálogos, que son en parte humorísticos pero también dramáticos y pesimistas, acerca de un pasado que ya se está yendo y un futuro que les golpea. Lo peor, diría que le sobra algo de metraje, 150 minutos es demasiado. Aún así, una delicia de película.

Hace casi 40 años, Ettore Scola logró esta obra maestra del cine que a mi ver ha sido injustamente subestimada. El solo hecho de que lograra juntar en la pantalla a Jean Louis Barrault, quien volvió al cine luego de décadas de ausencia, y a Marcello Mastroianni, bastaría para que esta película no pasara al olvido. Pero "La noche de Varennes" es muchísimo más que eso. Con un guión perfecto, una filmación soberbia y actuaciones deslumbrantes, Scola nos presenta un fiel y poético retrato de una sociedad que asiste al fin de una época irrevocablemente, sin tener muy claro cual será el resultado final de esa revolución en marcha. La mirada humana sobre quienes tanto activa como pasivamente participan de la situación es no solo emocionante sino al mismo tiempo lúcida. Diálogos impecables que nos muestran, sin tomar partido de manera abierta, las distintas lecturas y sensaciones que despiertan sucesos de la magnitud de los vividos durante la Revolución Francesa, según la posición socio-económica de cada cual y lo que les va en juego en estos acontecimientos. El intento de huida del rey Luis XVI junto con su familia de París, de noche, para ponerse al mando de tropas en el extranjero como reacción ante los sucesos revolucionarios, catalizó la marcha de la propia revolución. En esta maravilla seguiremos a distancia, sin nunca verlo, el carruaje real a través de una diligencia en la que conviven distintos arquetipos sociales representados por un casting excepcional (Schigulla, Keitel, Ferreol, etc), que se suman a los enormes Barrault (como Restiff de la Brettone) y Mastroianni (deslumbrante como un decadente Giacomo Casanova). Durante un poco más de dos horas asistimos a un fresco riquísimo de esa sociedad que cambiaba sin remedio. Lúcida, deslumbrante, emotiva y nostálgica. Posiblemente lo mejor de Scola.