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Pozos de ambición

Drama Texas, principios del siglo XX. Una historia sobre la familia, la avaricia y la religión. Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis) se traslada a una miserable ciudad con el propósito de hacer fortuna, pero, a medida que se va enriqueciendo, sus principios y valores desaparecen y acaba dominado por la ambición. Tras encontrar un rico yacimiento de petróleo en 1902, se convierte en un acaudalado magnate. Cuando, años después, intenta ... [+]
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Críticas 286
Críticas ordenadas por nota
25 de octubre de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de muchos intentos consigo ver esta película y me pregunto por qué se perdió por el camino. Cuanto más petróleo ¿más maldad? ... Empieza muy bien pero a medida que se va desarrollando va perdiendo el norte. El petróleo ya es lo de menos. Personajes que aparecen de la nada y desaparecen en la nada, sin nada que añadir a la historia. Al final no va de un magnate sino de un psicópata que destroza todo. Es Daniel Day-lewis, puede que de los mejores de todos los tiempos pero la sobreactuación en esta película es bestial, pasado de vueltas.
El final totalmente sin sentido, vulgar y ridículo. ¿Tiene su propia bolera y tan mala puntería? ¿El cura no sabe escapar por alguna de las dos puertas del fondo?
Me encantan las películas largas cuando son buenas. pero esta es ... aburrida
Decepcionante
cies
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29 de noviembre de 2016
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Un viaje a través de un gran actor principal, realizador y director de foto en una historia que no acaba de tener el punch que promete al principio, pero que está bellamente hilvanada en ricos detalles, no obvias tramas y acciones que nos van relatando la vida de ésta conjunción de personajes destinados a que haya sangre. Especial foco de nuevo a la propuesta actoral de Daniel Day Lewis.
Rai
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19 de marzo de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Daniel Planview es un hombre frustrado, sentimiento del que cree que se puede deshacer al reivindicar cuáles las delimitaciones de su territorio, sobre lo que tiene poder y potestad. Es decir, hacer ver a los demás (y sobre todo a sí mismo) de que he ahí la prueba de que su paso por este mundo tiene sentido y algún valor. En la escena del bar lo hace con orgullo, con sobreactuada arrogancia. Abraza y besa cual Judas al hijo que nunca quiso para que todos piensan lo mucho que le quiere y le importa. Antes, justo después de abandonarle, la mala suerte acompaña a Daniel en forma del hecho que un hombre de negocios le recuerde involuntariamente que tiene un hijo. Lo poco oportuno de este casual castigo a su conciencia hace explotar a Daniel y a revelar que sin su trabajo no tendría nada en lo que emplear su vida. Triste, pero cierto y no tan extraño en nuestros días.

En la película la religión se cruza en la vida de este desapegado empresario. No parece ser algo que odie especialmente este protagonista, salvo porque de una forma u otra siempre termina suponiendo un escollo en sus negocios o el protagonista de un episodio desagradable. Véase, el embaucador predicador, cuya esencia es una mezcolanza entre buen orador, vacuo populista y fanático que se las arregla para conseguir dinero de ese hombre al que no le interesa la religión, -su arte, modo y sentido de vida, -y dueño del suficiente ingenio y mala leche como para hacer sentir incómodo a Daniel en varias ocasiones. Después, el propietario (un viejo religioso, mediocre, perteneciente a la (laxa) cultura del pueblo, lejos de lo que ahora es Planview y que supone todo aquello que quiere dejar olvidado para siempre, él antes era de la misma clase pobre que buscaba desahogo en venerar peroratas) de la tierra que Daniel desea adquirir y que le obliga a confesar su pecado como una de las condiciones para vendérsela, o sea, en este caso la religión le obliga a humillarse. La religión como obligación moral (condena personal, en forma de la obligación de seguir cuidando a un hijo que no quiere si no quiere sufrir el desprecio de la población) también supone un freno a la libertad, esa que Daniel después de tanto tiempo de sufrimiento por fin tiene o debería de tener, -piensa él,- la posibilidad de disfrutar de ella sin ninguna limitación. Pero en este caso ve como su poder económico es rezagado por el poder de la dichosa religión, y que su dinero no sirve para superar ese escollo. Tampoco le agrada la mediocridad colectiva, lo cual para él es una especie de extensión de la religión, la causa y la consecuencia de la inerte población de esas indeseables personas que le rodea.

spoiler

La única persona que parece gozar de su simpatía es alguien que afirmó ser de su entorno, y ser la excusa del origen de su entorno familiar fue suficiente para que Daniel le escogiera para paliar su penetrante soledad. Sentirse superior a su hermano fue la causa definitiva por la que decidió acogerle o mejor acogerse a él. No obstante el desengaño sufrido (el falso hermano era igual que Daniel pero sin dinero, tenía la misma ambición de dinero y de calor humano) supuso demasiada herida para el orgullo del empresario por lo que decidió zanjar el asunto de la única manera definitiva posible. Después hubo momentos de luto, el llanto de Daniel se debía a que de nuevo se quedaba solo y sin ningún amigo, pero la ambición que suscita un nuevo reto monetario hizo olvidarse a Daniel de este tema a la mañana siguiente. De algún modo la religión volvió a tener protagonismo en ese episodio de la vida de Daniel, ya que por lo visto su verdadero hermano fue un devoto creyente más.

Llega un momento en el que Daniel, diecisiete años después encuentra por fin la válvula por la que poder expulsar toda su ira, haciendo lo propio de su vida al hijo sordomudo que nunca quiso. En realidad el que se quiso alejar de su padre era él, pero tal era el orgullo de ese hombre infeliz que prefirió ver el detonante en la separación en su voluntad y no en la del hijo. Así se sintió mejor.

Pero a Daniel se le presentó la oportunidad de saldar la batalla pendiente que durante toda su vida atravesó con la religión. El impasible sacerdote visita a Daniel con tal de proponerle un negocio. Daniel, que sigue odiando lo que este hace y representa se enzarza con él cual crío en un visto desde fuera, penoso (por su pobre naturaleza y la desesperación que reside en Daniel tras que su adversario acceda a arrodillarse de manera simbólica ante él) debate dialéctico que termina en homicidio improvisado pero deseado. Con la muerte de aquel detestable vende enciclopedias es como si por fin Daniel hallara la paz y el bienestar que durante tanto tiempo se le resistió pesé a lograr sus ambiciones consiguiendo perforar toda la tierra que le pusiera de por medio. La ambición existencial también se terminó consiguiendo. Para Daniel Dios ha muerto y la religión también. Para siempre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
El Extranjero
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29 de marzo de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la notable "Punch Drunk Love", Paul Thomas Anderson vuelve a lo grande con una película que, alejándose de sus dos obras maestras "Boogie Nights" y "Magnolia", recuerda al mejor P T Anderson.

A principios del siglo XX, el magnate del petróleo Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis) y su hijo H.W (Dillon Freaisier) recorren Texas en busca de nuevos pozos de petróleo donde iniciar sus explotaciones. Tras encontrar un nuevo pozo, Daniel entrará en conflicto con Eli Summer (Paul Dano) un predicador, hijo del propietario.

La destreza tras la cámara de P T sale a la luz una vez más con escenas impactantes y mun bien rodadas (Cómo cuando el pozo de petroleo empieza a arder), el guión también acompaña a la historia presentandonos a un personaje despreciable al que al final les cogeremos cariño, pero cuando Daniel Day-Lewis esta en tu película, él es lo mejor de tu película, demostrando por enesima vez que es el mejor actor de esta generación (La escena final con Paul Dano, es una masterclass de interpretación: "I drink your milkshake).

En resumen, Paul Thomas Anderson crea una película sobre como el poder saca lo peor de nosotros, usando como eje central un pozo de petroleo y para contarnos esta historia se apoya en la poderosa actuación de Daniel Day-Lewis.
Riesgo Doceñal
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7 de septiembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Madera y roca y hierro, cubiertos de sangre y crudo. De eso se componen los inicios del negocio del petróleo y ese es el traje y el contexto que luce esta película dirigida por Paul Thomas Anderson: "There will be blood".

Y, efectivamente, "there is blood". Producto de la rabia que los protagonistas exhalan, la violencia acompaña a la trama y la guía. Los principales personajes están marcados por el odio y el resentimiento. En consecuencia, buscan la ambición más humana y primitiva, el poder. El poder. Su búsqueda la realizan de maneras distintas, aprovechando las oportunidades que el oeste americano a principios del S.XX les brinda. O bien de la mano de la antigua fe, con Dios en la boca congregando a los fieles en la iglesia, o bien impulsada por los motores de vapor que traen el progreso y una nueva religión: el capitalismo. En cualquier caso, para los personajes, estas no son más que herramientas con las cuales desarrollarse. Caminos que estas almas furiosas toman para darse sentido.

El conflicto en la cinta surge del choque de estas ambiciones y de los sacrificios que conllevan. En la carrera de egos, para correr más rápido hace falta librarse del peso de los valores, y cuanto más se acelera, a más se tiene que renunciar. Así, galopando tan solo con lo indispensable, los competidores más aventajados se ven aislados, prácticamente enloquecidos, azuzados por la ambición y el odio mutuo. Con tal velocidad, una caída no solo significa la descalificación de la competición, sinó también la muerte.

Esto vemos en el film encarnado en el protagonista, el exitoso empresario petrolero Daniel Plainview (un colérico Daniel Day-Lewis) y en el estelar secundario, el joven sacerdote Eli Sunday (un viperino Paul Dano). Seguimos el ascenso de Plainview como hombre de negocios y su llegada a un pequeño pueblo donde inicia la explotación de un gran yacimiento de crudo. La oportunidad de riqueza que significa el pozo de oro negro y la rivalidad entre el petrolero y el cura imponen un tenso clima de desconfianza alrededor de la mina. Poco a poco, en la árida California, la avaricia y la necesidad de poder arrastran al petrolero Plainview a una burbuja de mezquindad y misantropía.

El abrasador sol del desértico oeste americano ayuda a impregnar los sucesos de un aura cálida y sobria. El contexto de falta de autoridad de aquel oeste salvaje permite que la amenaza de violencia permanezca subyacente a lo largo de toda la cinta. La sensación de peligro se ve aún más reforzada por la crudeza de la época, evidenciada en las pesadas condiciones de vida y en los terribles accidentes que van sucediendo, filmados realistas pero brutales.

Paul Thomas Anderson, aparte de haber escrito un excelente guión, dirige con la sabiduría que caracteriza a un director consagrado. Pese a la duración del film, mantiene un ritmo que no aburre. Como en otras de sus películas, por ejemplo Boogie nights (97), mantiene una estructura argumental clásica, en el sentido de que se mueve en una cronología lineal y las partes de introducción, nudo y desenlace están claramente diferenciadas y definidas. Esto ayuda a que la película se sienta redonda, conclusiva: vemos el claro final de los personajes que conocemos desde sus inicios. También es digna de halago su inteligencia al colocar la cámara. Da la sensación de que el plano siempre es el que tiene que ser. Su mano no se deja sentir hasta el momento que uno reflexiona que la belleza de las imágenes no puede haber sido accidental.

La elegancia de los planos y la detallada fotografía conforman un apartado visual de mucha calidad. Los tonos ocres del oeste americano y la tenue textura de visceralidad realista confieren una excelente estética a esta historia de violencia y ambición. Las brillantes interpretaciones de Daniel Day-Lewis y de Paul Dano y la inteligente dirección sin duda le dan la consistencia suficiente para poder ser descrita como una buena película.

No obstante, todo el mundo tienen su propio criterio y sus propios gustos. Por tanto, pese a que la ejecución es muy buena, la esencia y trasfondo del film en si mismas pueden comprensiblemente gustar más o menos. Entiendo cómo un ojo crítico, desilusionado y escéptico, puede acusar a los protagonistas de histriónicos y ver la historia como un drama vacío, e incluso aburrido, sobre un alienado empresario violento. Pero a la vez comprendo cómo un admirador fascinado por el el olor a petróleo, el crudo oeste y la furia de sus complejos protagonistas puede celebrar la trama como un brillante retrato de la ambición y el odio, mientras clama convencido que Thomas Anderson ha vuelto a crear una obra maestra.

En mi opinión "There will be blood" es una película redonda. Notable. Me convence y me entretiene. El contexto y el mundo del petróleo son interesantísimos. La historia presenta con efectividad la forma en la que la ambición arrastra y degenera a sus personajes. Los protagonistas y sus relaciones son complejas y sugerentes. Es una gran película: emocionante, inteligente y con personalidad; ejecutada a la perfección por un director genial.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kamil
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