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Paris, Texas

Drama Un hombre camina por el desierto de Texas sin recordar quién es. Su hermano lo busca e intenta que recuerde cómo era su vida cuatro años antes, cuando abandonó a su mujer y a su hijo. A medida que va recuperando la memoria y se relaciona con personas de su pasado, se plantea la necesidad de rehacer su vida. (FILMAFFINITY)
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Críticas 184
Críticas ordenadas por utilidad
12 de junio de 2009
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un laconismo árido, un mutismo extraordinario, distancia a esta película de las demás. Característica particular de esta película: su lenguaje hibrido, que se desliza con igual elegancia por ámbitos tanto cinematográficos como literarios.

Mientras que la cinematografía nos brinda un puro placer audio-visual que hay que degustar pasivamente, repantigado en el sofá o en la butaca y dejando que el atractivo magnetismo de las imágenes inunde nuestro cerebro, la literatura nos propone un placer más bien activo, en el que el lector (el espectador) ha de prestar atención con más cuidado y centrarse en cada pequeño detalle que constituya la obra. Este examen minucioso también se puede hacer con obras audio-visuales, pero lo que proponen generalmente es un mero disfrute pasivo, en el que el análisis minucioso de las partes se hace ya casi inconscientemente con el tiempo y la costumbre. Hablo de esto por que en esta notable película de Wim Wenders el lenguaje oscila de forma significativa hacia lo literario. No en vano, el guión de esta película está firmado por Sam Sephard, un conocido actor americano y también un afamado escritor de novelas, relatos y guiones. La dirección de Wim Wenders no impide que Shepard deje su huella narrativa en toda la película. No son pocos los casos (de hecho son muchos) en los que el cine se ha embebido de la literatura para concebir sus obras. Este es un insólito caso en el que la literatura se podría embeber de la minimalista obra de “Paris, Texas”.

Me recuerda su tratamiento al de celebres obras literarias en las que aparentemente no ocurre nada cuando están ocurriendo un montón. Relatos lacónicos y magníficos como los de Juan Rulfo, o Dylan Thomas, o incluso Denis Johnson tienen algunos rasgos en común con esta película. A primera vista no cuentan nada, las acciones, los sucesos que tienen que dinamizar y hacer más fluida la historia destacan por su escasez, y sin embargo son obras perfectas que convencen y transmiten mucho. En “Paris, Texas” apenas ocurre nada y sin embargo uno tiene la sensación de que lo que está viendo es bello y merece la pena. Igual que algunos relatos de “El llano en llamas” aquí el lenguaje es muy reiterativo y parece que gira sin rumbo en el desalentador, aunque por otro lado cómodo, vacío. Es fascinante el mundanal final de la película y esa singladura que conduce al protagonista a encontrarse con su mujer (usurpada por el inclemente destino) por segunda vez ante el mismo cristal que los separa y los vela, y que por tanto los hace irreconocibles el uno para el otro, lienzo en blanco para el espectador en el que estarcir todas las manifestaciones del alma.

Puede parecer una película lenta (y en ciertos momentos verdaderamente lo es: como cualquier obra tiene algún defecto) pero es que el ritmo al que gira la tierra es lento, y por el carácter universal de esta obra se lo perdono.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ginsberg
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23 de julio de 2010
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paris, Texas no es una película como las demás, es una película dura, con un análisis de la pareja impresionante, unas actuaciones bordadas (impresionante Nastassja Kinski) y una dirección maestra por parte del director por excelencia del cine de autor. En esta obra de arte Wim Wenders sorprende abandonando el estílo común de varias de sus obras anteriores (El Cielo Sobre Berlín, El Amigo Americano...) y presenta una obra de culto mayor, con escenas duras, lentas, pausadas y que llegan a poner la carne de gallina, sin duda la mejor película del gran Wim Wenders, con lo cual SEÑOR WENDERS, LE FELICITO.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
capitán willard
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13 de octubre de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La que puede ser obra cumbre de Wim Wenders no es un producto de digestión fácil. Precisamente por eso se puede paladear con regodeo y satisfacción prolongada. No es película para gente con prisas. Sus planos, su luz imperial, sus colores y su música necesitan tiempo para exhibirse e impactar. "París, Texas" es un regalo para los sentidos. Es un deleite esa luz cegadora en las inmensidades de los campos abiertos de Norteamérica. Como también lo es en los espacios cerrados donde la oscuridad se baña en verdes y rojos de neón. La música de Ry Cooder es un clásico de guitarras que aúllan su soledad. Todo dedicado al subrayado de esa distancia insalvable que proyecta la película en cada plano desértico, en cada mirada y en cada silencio. Distancias físicas y mentales, producto de eso tan difícil como cotidiano que se llama relacionarse.

https://lumen00.blogspot.com/2022/08/soledad-infinita.html
laranra
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18 de enero de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viajar, el camino, autopistas o pequeñas vías, hombres solitarios, un niño, una niña, el amor, la redención y los silencios, parecen ser los elementos más comunes en la diversa y extensa filmografía del director alemán Wim Wenders, cineasta que en su larga trayectoria ha explorado e interpretado al lenguaje cinematográfico, no sólo desde lo conceptual o formal sino como símbolo de transición y recorrido del hombre a través de la imagen; Wenders, es un director que ve en el camino, en el viaje una metodología cinematográfica donde lo espiritual se acerca a lo estético.

Como muchos de los directores de su generación, del llamado Nuevo cine alemán, tuvo influencias de diversas culturas y manifestaciones personales e individuales, en el caso de Wenders, la Cultura estadounidense y la incomunicación humana, moldeada por viajes autoreflexivos e introspectivos.

Con Paris, Texas, el director alemán alimenta sus inquietudes sobre el "hombre que busca una realidad cuya percepción se le escapa a causa de sus constantes búsquedas" (1). y se apropia de las concepciones sobre la cultura norteamericana, citando en imágenes, elementos que homenajean al cine de John Ford o Raul Walsh, y las particularidades de su cine, el viaje, las miradas introspectivas del hombre y específicamente la sensibilidad reflexiva del director nacido en Nuremberg.

Por que este largometraje, es ante todo un sensible viaje de redención del hombre, de un hombre llamado Travis (Harrry Dean Stanton); y es éste, el que aparece en medio del desierto, con su traje de ejecutivo desaliñado, gorra roja y las últimas gotas de agua en un galón que le hace compañía. Una película que inicia con un impresionante y logrado "traveling", que emula la mirada de un halcón y nos muestra la imponencia y soledad del desierto de Texas; y no sólo es una secuencia de ubicación, es la mirada misma de Wenders sobre el paisaje americano, los acordes de Ry Cooder y la naturalista fotografía de Robby Muller, acompañan esta secuencia.

La impecable y contenida actuación de Harry Dean Stanton hace parte del ritmo pausado de este film, que como muchas de las película de Wenders, están llena de silencios, insertos y planos que ponen en escena los sentimientos y sensaciones de los personajes; en este caso un colaborador habitual del alemán, el director de fotografía Robby Muller, no sólo juega con la fotografía natural sino que impregna de colores intensos y realistas, tomados de los propios decorados (utilizando fuentes de luz reales, con mayor tono o saturaciones) y expresando a través de éstas el ánimo, la soledad y el acercamiento que se va a ir produciendo entre los personajes; por que finalmente Paris, Texas, es una película donde un hombre misterioso que aparece en medio del desierto, es rescatado por su hermano (Dean Stockwell), quien le recuerda al personaje de Dean Stanton, que hace cuatro años desapareció y dejó a su esposa e hijo, él cual es ahora cuidado por su éste y su esposa. En el viaje, en el recorrido que no sólo ocurre en la carretera sino en la propia personalidad de Travis, éste se dará cuenta que tiene una nueva oportunidad de rehacer su vida, y finalmente de llevar a la felicidad a su mujer e hijo. Pero la redención, y los "caminos a ningún lado" de Wenders, no podrían estar completos, sin la colaboración, en este caso de Ry Cooder en la música y de Sam Sheppard en el guión e historia, lo cuales le imprimen al film una ambientación de western crepuscular, donde el protagonista emula al cowboy que ha perdido su camino, y que su destino es seguir en ese viaje sin fin, donde la soledad aparece como la mejor opción para conseguir la redención.

Particularmente, una de las mejores obras de Wenders, desde lo visual, técnico y estético, con unos personajes y diálogos inolvidables, enmarcados en la bella, minimalista y lírica fotografía de Robby Muller, los acordes de la guitarra de Ry Cooder y la sensible rudeza de Sam Sheppard como guionista y padre original de la historia y libro.

Wenders, quien se mueve entre la fascinación y el desencanto con América, logra con esta película, una mirada tan sincera, sobria y afectiva, que ésta se traduce en la concepción de los personajes, personajes nostálgicos que con las emociones en juego y rodeados de la soledad más profunda, aún buscan eximir sus propios fracasos; y es definitiva, los personajes de Travis y Jane, encarnada por la bella Natassja Kinski, almas solitarias que separadas por el vidrio de un PeepShow, se volverán a encontrar para redimir sus pasados.

Si la película se destaca por su fotografía, por la música, es la escena del Peepshow, -donde Travis, de espalda al vidrio y de forma catártica, nos cuenta (y le rememora a Jane), el pasado, el misterio, la nostalgia de esta pareja- una de las más bellas y líricas conversaciones; diálogo donde la maestría de Muller en la fotografía, el guión y la libertad de los personajes a exponer sus sentimientos, marca al cine contemporáneo, de la mejor forma posible.

Una escena rodada con toda la libertad posible, donde se gastó una inmensa cantidad de cinta, de metraje, pero que así mismo fluyó la sensibilidad que marca, que ahonda en los personajes, de una belleza y sobriedad, que en este caso es fruto de la colaboración de un Wenders inspirado, y rodeado de un talento que se refleja - como se reflejan los personajes en el vidrio de la cabina- en la calidad total de la película.

Aunque la palabras sensibilidad se repiten en el texto, la película está alejado de la cursileria o la explosión de sentimientos hollywoodenses, es más bien el resultado de una acertada demostración humana, que proviene de la literatura, del escrito de Sheppard y una acertada concepción estética que fluye de la mente de Wenders, los ojos de Muller y los "slides" de Cooder; un film, que a mi parecer no sólo es la mejor o de las mejores de Wenders, sino un hito de la cultura contemporánea tanto popular como cinematográfica.
androsmalv
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31 de marzo de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Travis Henderson (Harry Dean Stanton) cruza a pie la frontera que separa México y EE.UU. Tras haber sufrido una severa insolación y al límite de sus fuerzas, acaba desplomándose. El médico que le atiende (Bernhard Wicki) se pone en contacto con su hermano Walt (Dean Stockwell), quien vive en Los Ángeles junto a su esposa Anne (Aurore Clément)... y el pequeño Hunter (Hunter Carson), hijo de Travis y de quien fuera su mujer, Jane (Nastassja Kinski).

Travis muestra un comportamiento extraño y taciturno: no habla, apenas duerme y asegura no recordar muchas cosas de su pasado. Cuatro años antes, desapareció sin decir nada a ninguno de sus familiares; y, poco después, Jane también se marchó y dejó al pequeño Hunter al cuidado de Walt y Anne. De ella sólo se sabe que manda pequeñas cantidades de dinero a una cuenta bancaria para su hijo... y que las transferencias provienen de Houston...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
pintusian
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