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Boyhood (Momentos de una vida)

Drama Historia dramática que recorre 12 años (2002-2013) de la vida de Mason (Ellar Coltrane) de los seis a los dieciocho. Durante este periodo, se producen todo tipo de cambios, mudanzas y controversias, relaciones que se tambalean, bodas, diferentes colegios, primeros amores, desilusiones y momentos maravillosos. Un viaje íntimo y basado en la euforia de la niñez, los sísmicos cambios de una familia moderna y el paso del tiempo. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 360
Críticas ordenadas por utilidad
20 de septiembre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Linklater tuvo una idea genial al rodar el film durante 12 años, y desde luego ver cambiar a los niños y envejecer a los padres (Ethan Hawke ha envejecido muy mal), es lo mejor que tiene. En ese sentido, esta película es única en la historia del cine, porque para contar este tipo de historias, normalmente se cambia a los actores que hacen de niños, y a los padres, como mucho, se les maquilla un poco. Mientras que aquí ves perfectamente el paso de tiempo, y te das cuenta de que las referencias temporales (Harry Potter, Bush, "Crepúsculo"...) son las auténticas de cuando se rodaron esas secuencias.

Pero tener una idea brillante no garantiza una obra maestra, porque las ideas hay que desarrollarlas, y el desarrollo de "Boyhood" está lleno de problemas. El principal es que es demasiado larga: de las casi tres horas que dura, una sobra. Mi teoría es que Linklater cuando llegó a la sala de montaje, estaba demasiado enamorado del material que había rodado, y no se atrevió a cortar por lo sano, yendo directo a los conflictos, que es lo que esta película necesita. Como resultado, "Boyhood" está llena de tiempos muertos, y de momentos estirados hasta el infinito. Esto afecta no solo al ritmo general, sino, por ejemplo, al cambio de Ethan Hawke, que no tiene tanta gracia como debería porque pasa demasiado tiempo entre medias de sus escenas.

Otro problema es que las tramas están completamente descompensadas. Hay momentos que van a toda pastilla (como la boda de Patricia Arquette, o cómo rompe con su tercera pareja), y momentos sin preparar (como el regalo del coche al niño cuando tuviera 16 años). Y lo peor es que es bastante más interesante lo que les pasa a los padres, por muy a trompicones que vayan sus historias, que la evolución del chico, porque realmente no tiene que hacer frente a grandes conflictos, y porque el actor de adolescente es un muermo que no trasmite gran cosa (no sé si ya estaba de guión, o es que el chico al entrar en la adolescencia se volvió apático y Linklater se tuvo que sacar de la manga que era raro y muy soso).

El chico con el primer padre alcohólico no puede hacer nada, y es Arquette quien lo soluciona; luego se vuelve más inexpresivo que un cazo, y hay un apunte de conflicto con el segundo padre, pero se resuelve en un salto de tiempo, y el único conflicto que tiene realmente (el de su novia) está presentado cuando ya está resuelto. Lo que le pasa a este chico es muy poco interesante, y la actuación de Ellar Coltrane no ayuda a que suba el interés.

www.elrincondecarlosdelrio.com
Carlos del Río
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6 de octubre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me he tomado unas semanas para reflexionar acerca de esta película. Mis dudas se hallan en la eterna cuestión de si la forma puede con el fondo y si es eso algo más que interesante o no.

Las respuestas no llegan de un modo claro, aún, pero intuyo que me decanto por pensar que a pesar de iniciarse la concepción del film como un experimento formal de un joven director, el paso de los años lo ha transformado en algo válido y con sentido pleno. El temple en el tono es clave, mucho más que el acierto o atino en tramas o detalles, muy tópicos. Se percibe como una mirada desprovista de intención dramática y de un lenguaje visual ad hoc. Eso la ayuda, y mucho, a percibirse honesta, real, mucho más allá de lo formal, aunque también disminuyendo el riesgo. En ese sentido me parece realmente admirable y empatizo completamente.

Aún así, también tiene el defecto cumbre de Linklater: es un pesado. Sus personajes verbalizan continuamente la importancia de las cosas que reflexionan: "debes saber que", "la vida es", "¿te has preguntado alguna vez...?", "te voy a decir algo"... bla bla bla. Una suerte de extensión natural de su trilogía con Ethan Hawke y Julie Delpy. A quien le guste, le encantará este atinado 'Boyhood', pero a quien no, encontrará todos los defectos repetidos una y otra vez a lo largo de sus casi tres horas.

A mi me gusta, lo disfruto, pero sé que algún día, si vivo suficiente, pasaré por la fase de casi odio o total indiferencia. Hay mucho más cine y ojo sobre la adolescencia en 'Au revoir, les enfants', por ejemplo, y sin esta ampulosidad y pompa.

Para acabar, y sin querer joder demasiado a quien vea en su valiente concepto de producción una virtud per sé como summum de lo original y alternativo solo indicar que Lars von Trier lleva rodando exactamente la misma idea -aunque en la vida de un adulto, que creo que es Jean-Marc Barr- desde el año 1992, con el objetivo de narrar hasta la muerte del mismo. Después de 'Boyhood', a ver qué decisiones toma el depresivo danés. De él sí que espero una obra maestra.
Redelbe
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7 de octubre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película realizada en 39 días de rodaje repartidos entre 2002 y 2013, Boyhood es la historia de un despertar a la vida adulta que no puede dejar atrás el asombro de la infancia. Linklater sigue desde los seis años a Mason y Samantha a través de una década llena de cambios, mudanzas y controversias. Un escenario de videojuegos, relaciones que se pierden, bodas, diferentes colegios, primeros amores y también desilusiones, momentos de miedo y de sorpresa.
También Linklater nos muestra alguna buena gente de la América profunda, como la maestra que dirige la oración de los niños en la escuela o los abuelos que, con su mejor intención, regalan una Biblia y un rifle a Mason el día de su cumpleaños.
Duna
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16 de octubre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dirigida por Richard Linklater, el realizador de “Antes del amanecer” y sus secuelas, “Boyhood” es una película que roza lo documental. Es realista, tiene que serlo desde la base misma de su concepción, de su esencia. Y hace que el espectador se identifique fácilmente con lo que ve, puesto que todos hemos sido niños y hemos ido creciendo, todos hemos vivido estos años del siglo XXI y sentimos cercanas las canciones que suenan, los peinados que vemos o las situaciones que se describen. Incluso los que no somos norteamericanos.

Debo decir, antes que nada, que soy un bicho raro, puesto que no me gustó “Antes del amanecer” y por supuesto no he visto sus secuelas. Tal vez sea culpa mía, me pilló mal, no lo se, pero cuando la ví no me gustó, no me la creí, y además me cayeron fatal tanto Ethan Hawke como Julie Delpy. Un mal augurio que sin embargo no ha evitado que “Boyhood” sí me guste.

Para empezar, le doy mérito al riesgo que asume el director de este proyecto al apostar por uno actores a doce años vista. Especialmente, cuando los actores son niños pequeños. Un niño de seis años puede ser como sea, pero es muy difícil saber cómo será cuando tenga dieciocho. Por otra parte, nadie puede asegurar que uno de los actores principales no abandone el proyecto en esos doce años por la razón que sea, o incluso que muera durante ese tiempo.

Además, los actores tienen que trabajar unos pocos días al año en esta película, dejar lo que estén haciendo y grabar unas escenas para las que tienen que volver a meterse en los papeles, lo cual no debe ser sencillo. Linklater se arriesgó y le ha salido bien. El proyecto que se inició hace doce años ha cristalizado y se ha convertido en una película.

“Boyhood” es una película diferente. Está bien que de vez en cuando alguien se arriesgue a hacer algo distinto. El film de Linklater es mastodóntico pero al mismo tiempo humilde y simple. Cualquiera que tenga una cámara y un poco de paciencia y perseverancia podría hacer una película parecida. Luego hay que tener arte para hacer un buen montaje y que lo que salga de ahí tenga algún interés, claro, pero en principio no hay que ser un genio para hacer una película como ésta. Lo difícil es concebirla y atreverse a ejecutarla.

Obviamente, el film tiene lagunas derivadas del propio concepto de la película. El argumento no va a ninguna parte, no es más que una sucesión de situaciones más o menos cotidianas, pero no hay una trama como tal. Además, es tremendamente complicado condensar en los 166 minutos que dura la película doce años de la vida de una familia sin dejarse cabos sueltos o sin dejar de analizar cosas que seguramente al espectador le hubiera gustado que se ahondara en ellas. Por ejemplo, qué pasa con los hijos del maltratador y con él mismo, cuando la madre le abandona. Tampoco sabemos con certeza cómo se las apaña la madre para cuidar a los dos hijos, especialmente en los períodos en que está sin pareja, sobre todo cuando además estudia o trabaja. Está estudiando y de repente ya es profesora en la Universidad. En fin, que es muy complicado narrar doce años atendiendo a todas las cosas que pasan y ponerlo en la pantalla en las pocas horas que dura una película.

La simpleza y al mismo tiempo la grandeza de “Boyhood” es su planteamiento de ofrecer imágenes de vida cotidiana. La cotidianidad hecha arte. No sucede nada excepcional, todo lo que ocurre puede pasar en cualquier familia. Padres que se separan, hermanos, relaciones familiares, colegio, amigos, juegos, instituto, adolescencia, novias, la vida de Mason podría ser la de cualquiera de nosotros. Por eso nos sentimos cerca de él. Quien busque situaciones espectaculares e historias novelescas se equivoca de película.

Eso sí, el espectador tiene que poner de su parte. Si eres meramente receptor, las casi tres horas se te pueden hacer eternas. Hay que meterse en la película desde el principio y entenderla. Comprender que no es una película al uso, y por lo tanto verla con ojos distintos a los que usas para ver una película normal. Aquí no hay un planteamiento – nudo – desenlace. Esto es otra cosa. Es un experimento cinematográfico. Es una película sobre la vida, sobre el paso del tiempo. Nada más y nada menos. Si lo ves así y lo entiendes así, te darás cuenta de que tu propia presencia en la sala viendo la película puede ser un momento de esos que podrían rescatarse de tu vida, si se hiciera una película sobre momentos tuyos. O tal vez haya escenas mejores y ésta la eliminen del montaje.

Es tiempo de hablar de la música. Suenan temas de la época, claro. De lo que llevamos de siglo XXI. Canciones de The Hives, Coldplay, Cat Power, Flaming Lips, Wilco, Arcade Fire, etc. Pero también algunas de otras épocas. Por ejemplo, dan ganas de matar al director cuando empieza a sonar “Band on the run” y a los pocos segundos la corta. Es que en la película el padre le graba al hijo por su cumpleaños un disco con canciones de los cuatro Beatles por separado. Lo cual es todo un detalle y muestra el amor que tiene por su hijo cuidando su educación musical.

Resulta difícil analizar esta película como se analiza una película normal, porque ésta no lo es. Personalmente, creo que habría estado mejor que los saltos en el tiempo fueran más pequeños. Escenas, aunque sean cortas, de cada año, para que no hubiera esos súbitos saltos temporales de tres o cuatro años en los que el niño ha cambiado mucho (de los once a los catorce, por ejemplo, el cambio es brutal en cualquier niño), la madre ha engordado diez kilos y la hermana ya tiene tetas. Creo que habría estado mejor escenas de cada años, aunque fueran más cortas.

En todo caso, me ha gustado bastante. “Boyhood” es una película honesta, sensible y muy real. Nos hace pensar, nos refleja en la pantalla, nos obliga a vernos de otra manera, a mirar la vida de otra forma.

https://keizzine.wordpress.com/
keizz
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18 de octubre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
136/11(15/09/14)Pretencioso film de Richard Linklater, todos los fuegos de artificio que hay a su alrededor sobre ser un proyecto filmado a lo largo de 12 años con los mismos protagonistas desvían y tergiversan la realidad hacia un reclamo publicitario sostenido por unos endebles cimientos, para contarnos el salto de la niñez a la madurez no hacía falta tanta alharaca, y es que si encima se quiere hacer una epopeya de lo ordinario, haremos un acto reduccionista conformándonos con muy poco, el propio director define su cinta <Mi intención era mostrar cómo es una familia normal. Quería evitar los grandes momentos. Por eso no incluyo el primer beso, ni el día en que Mason perdió la virginidad. Cada uno de los momentos es trivial en sí mismo, pero el efecto acumulativo del tiempo hace que seamos testigos de algo muy singular. Es la vida desplegándose y rehuyendo el drama, o limitándolo a instantes muy concretos>, el mismo remarca que su historia es ensalzar la trivialidad del proceso de madurez de un niño, nada nuevo bajo el sol, bueno si 12 años de rodaje, para aparte de esto hacía falta algo más de chicha. No es que sea mal es que hay muy buenos momentos pero desperdigados en un océano insustancial, demasiado metraje para contar algo un millón de veces visto.

Arranca en 2002, el protagonista tiene 6 años, es Mason Evans Jr. (buen Ellar Coltrane), tiene una hermana mayor, Samantha (buena Lorelei Linklater), viven con su madre divorciada Olivia (buena Patricia Arquette) en Texas, tiene un padre, Mason (buen Ethan Hawke) que de vez en cuando los visita e intenta enseñarles como afrontar la vida. Durante de 12 años seguimos a la familia, primero viajan a Houston, Olivia asistirá a la universidad donde conocerá y se casará con un profesor, Bill Welbrock (buen Marco Perella), este también tiene dos hijos a su cargo.

Que uno de sus mayores méritos sea que los actores no tengan que utilizar maquillaje por que tienen la edad de los personajes me parece una banalidad. A base de una inteligente cadencia melancólica seguimos a un chico trivial, sin ninguna virtud especial, sin nada especial que veamos le pase, más allá de estar en una familia desestructurada, con una madre divorciada que suele escoger mal su pareja, con un padre que aparece de vez en cuando para dar la imagen de progenitor preocupado, dando consejos superficiales sobre su punto de vista de la vida, intentando ser su colega, Mason va a la escuela, discute con su hermana, se muda de hogar varias veces, hace amigos, va al instituto, le entra la vocación de la fotografía, tiene una novia, lo deja y entra en la Universidad. Es un muchacho que escucha más que habla, lacónico, expectativo, pero en realidad no vemos le ocurra algo trascendente, es un retrato tan minimalista de lo rutinario del paso de la niñez a la adolescencia que hace que el propio film se contagie de la ordinariez para convertirse en algo intrascendente, más allá de la anécdota de su rodaje. A esto se añaden personajes un tanto estereotipados, padre hipócrita que coleguea con los hijos, el padrastro malo malísimo y además alcohólico, el profe que le alienta en su vocación. No es que sea mala, es que viene precedida de buenísimas críticas y me esperaba algo más que algunos buenos momentos salpicados por un metraje excesivo, predominando lo insustancial, lo superfluo, lo inane, donde el realizador no ha sabido meter tijera para sintetizar, con lo que lo peor que puede suceder en un film me ha pasado, el tedio me ha acudido en muchos momentos, y es que el guión al resultar con tantas elipsis temporales, hace que los problemas que se atisban se resuelvan en un plis-plas.

El inicio resulta alentador, Mason el niño tumbado sobre la hierba con un brazo bajo su cabeza y el otro estirado observando un cielo nublado, y con la evocadora música de Coldplay de fondo, símbolo de que los infinitos que son sus horizontes, todas las posibilidades están abiertas, pero a medida que avanzamos nos encontramos con un océano de insignificancia con pequeñas islas paradisiacas, remansos bonitos, pero pocos. La historia se desarrolla entremezclando de modo anodino la comedia y el drama en un acentuado gusto por enseñarnos la epopeya de la insipidez de una vida que discurre entre el optimismo y el pesimismo, queriendo Linklater mostrarnos que la vida es una vía de un solo sentido y es hacia adelante, expuesto en el momento más dramático de historia, cuando Olivia coge a sus dos hijos y huye de la casa de su violento esposo Bill, dejando atrás y de los que no sabremos más, los hijos sufrientes de Bill, también existe la reflexión de cómo el paso del tiempo nos talla, pero todos estos temas los he visto tratar de un modo más ameno y punzante.

Resulta curioso como el realizador da los saltos de años, lo hace con sutilidad, sin sobreimpresionados, son elipsis que notaremos por el pequeño cambio físico de los protagonistas y por elementos que rodean a estos como móviles u ordenadores, pero sobre todo por la música que nos irá enmarcando el año, y es que la galería musical es muy importante en la cinta, sonando entre otros, el mencionado, Sheril Crow, George Harrison, Paul McCartney, Foo Fighters, Lady Gaga o Bob Dylan.

Momentos apreciables en los que se respira gran naturalidad: Mason padre preguntando en la bolera a su hija por si utiliza anticonceptivos con su pareja, su media-sonrisa resulta muy tierna; La dulce acampada de los hijos con el padre junto a un estanque, bañándose juntos; Los hermanos hablando de si la pelirroja que les saludó en la bolera se acostará con su padre; Cuando Mason jr se entera por su padre que ha vendido el auto, GTO, que le había prometido para su 16 cumpleaños;… (continua en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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