Guapo heredero busca esposa

Apenas si me alcanza la memoria para recordar esa Puerta del Sol de la película, tan luminosa, con el oso y el madroño y La Mallorquina, a donde me llevaban, por Navidad, dos tías abuelas que ya volaron hacia las estrellas.
Reunió a gran parte de los mejores en lo suyo GUAPO HEREDERO BUSCA ESPOSA. Alfredo Landa, inconmensurable; Ricardo Merino y José Sacristán, espléndidos; Gracita Morales, sin el Citroën; Rafaela Aparicio y Erasmo Pascual, matrimonio dentro y fuera de la pantalla; Mónica Randall, bella entre las bellas; Laly Soldevila, maravillosa.
Tremendamente simpática, graciosa a ratos, agradable como pocas y tierna siempre, es, GUAPO HEREDERO BUSCA ESPOSA, pieza indispensable y representativa de una España con Esperanza (Roy), de autobuses y trenes azules, taxis negros, curas con bonete y médicos que acababan sus días en el interior de una barca varada sobre la rubia arena de una playa. Una España de pueblos alucinantes de plazas floridas y con lugareños orgullosos de unos pocos metros cuadrados considerados, por todos ellos, como los más bonitos del mundo.

Alfredo Landa y Esperanza Roy coincidieron detrás de la gran pantalla en cinco ocasiones pero puede que esta españolada "Guapo heredero busca esposa" sea la mejor. Comercialmente le fue bastante bien, recaudando cerca de 50 millones de pesetas, gracias a su mezcla de comedia romántica algo atípica por los roles respectivos: él es el inocente pastor y ella una experta prostituta. El caso es que argumentalmente guarda cierto parecido con "Cuando ruge la marabunta" (1954) pero más cañí y más picante, que no sexual donde la tensión y el deseo de la otra es difícil de igualar. Aunque estamos de acuerdo en que Esperanza no es Eleonor Parker, ni por supuesto, Alfredo tampoco se puede comparar con Charlton Heston.

El caso es que tiene algunos cuantos golpes de humor sencillos pero divertidos aunque alguna secuencia sea un poquito forzada. Incluso se atreven a hacer una apología sobre la libertad absoluta en televisión, ajena a toda censura, que no sé bien cómo tomarme y lo que es peor, cómo se lo tomaron los censores. De todos modos lo mejor de la película es Esperanza Roy, que aunque no es una actriz que me guste especialmente, tampoco está mal. Aquí aparece con unas cejas excesivamente finas pero para compensarlo se pasa unos minutos centrales con unas botas altas marrones que son la leche, si bien terminan en una especie de cuña lisa que no es el mejor modo de hacerlo. Como el tacón de aguja o similares, ninguno.