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Dos mujeres y una vaca

Drama Rosana y Hermelinda, dos campesinas analfabetas reciben una carta de Pastor de quien hace meses no tienen noticias. Ansiosa por conocer la suerte de su joven marido, Hermelinda convence a la madre de Pastor de iniciar un viaje hacia el caserío más cercano en busca de alguien que les descifre el escrito. Los siete meses de embarazo de Hermelinda no son impedimento para emprender la marcha. Corina, la vaca, enganchada a una ruinosa ... [+]
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
23 de enero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Dos mujeres y una vaca” (Colombia, 2015), dirigida por Efrain Bahamon, quien ya contaba con una carrera en la TV, especialmente como guionista, y ahora dirige su primer largometraje. Frente al reparto tengo algunos reparos, que más adelante mencionaré, pero su labor es, a fin de cuentas, positiva: Luisa Huertas, Ana María Estupiñán y Juan Pablo Barragán, entre otros. Narra la travesía de dos mujeres, suegra (Rosana, interpretada por Luisa Huertas) y nuera (Hermelinda, Ana Estupiñán), y la vaca Corina, hacia el pueblo, con miras a conseguir a alguien que les pudiese leer una carta de su hijo y esposo, Pastor. Durante el camino deben atravesar todo tipo de dificultades fruto del infierno propio del conflicto armado colombiano. Empecemos indicando que esta cinta es de lo mejor que ha producido el cine nacional en los últimos años, destacándose su arte visual, la fotografía y el sonido, entre otros aspectos. Dicho con palabras más sencillas, goza de una buena calidad fílmica. En lo que atañe al contenido, es una narración sencilla, en tanto es fácil para el espectador seguirla, pero la complejidad del drama humano que asume es impresionante. Y no sólo del drama del conflicto armado (leitmotiv del cine colombiano) sino también de la vida familiar en el (olvidado y aterrorizado) campo, lugar de disputa entre guerrilla, paramilitares y Estado. En este sentido podría decirse que la obra continúa los rasgos generales (que de continuarse así terminarán siendo clichés) en las películas colombianas: una familia que atraviesa el infierno, dejando su piel en ello. Se asume pues la metáfora del camino (para lo que este género hace propio las características del road movie) y el campo como el infierno, un viaje que transforma a los viajantes, siempre al borde de la desesperación. No digo que el conflicto armado debe dejar de ser contado, pero sí que urgen nuevas maneras de hacerlo. Finalmente, los diálogos me parecen acartonados en algunos momentos. No parecen los propios de dos campesinas conversando en el monte. Igualmente, si bien Luisa Huertas es una actriz impresionante, no logra deshacerse del todo de su molde mexicano (y no solo en el acento) para asumir el rol de campesina analfabeta colombiana. Me siento un poco desilusionado de las actuaciones; no obstante, el balance sigue siendo muy positivo. 2018-01-23.
Andres Botero
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19 de marzo de 2021
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La película se maneja bien durante los primeros dos actos, pero poco a poco el espectador va perdiendo el interés en las desventuras de las protagonistas.

La principal razón por la que esto sucede es debido a los pocos planos cerrados que hay en la cinta.

Durante los momentos que deberían ser más emotivos para el público (y que por ende estos desean sentirse más cercanos a los personajes) el director no nos lo permite al mantener mayormente durante estas escenas un plano general en el que se le niega la intimidad del momento al espectador.
Kevin Peláez
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