El fin del romance

Tengo celos.
Celos de Graham Greene que parió una historia hermosa, conmovedora y cautivadora. Porque yo no soy creyente, pero aquí me creo los milagros.
Celos de Neil Jordan que supo captar la idea, la esencia y la transformó en un portento visual. Porque crea la historia de amor común, porque me creo lo que me cuenta.
Celos de Julianne Moore porque se marca una gran actuación, porque se lo supieron reconocer, y porque encima hace todo eso saliendo estupenda.
Celos de Ralph Fiennes porque estuvo dándole la réplica a Julianne Moore, porque no desmereció en ello, y por si fuera poco, de recompensa besaba a tan estupenda mujer.
Tengo celos...

Tengo celos.
Celos de esos secundarios, Stephen Rea e Ian Hart, que crean maravillosos personajes, cada cual destacando en su categoría.
Celos de Michael Nyman por tener esa sensibilidad y ese talento para crear una banda sonora tan mágica como la que acompaña a la película.
Celos de Londres, esa que encandiló a Woody Allen entre otros, esa que vio nacer esa película, que dio cobijo a tales emociones.
Celos de todos aquellos que vieron la película antes que yo, porque la disfrutaron y no me lo dijeron, porque me lo dijeron y los ignoré.
Tengo celos...

Tengo celos.
Celos de Sarah y Maurice, por esos amores que no existen, y si existen me han sido denegados.
Celos de la lluvia que los rodeaba, las bombas que los custodiaban, porque ellas fueron partícipes de su historia.
Celos de las palabras que no se dijeron, porque ellas contenían el amor puro que se profesaban.
Celos del buen cine, porque no las hice yo, porque quizás nunca las haga.
Tengo celos...

De las mejores películas de amor que he visto en mi vida. La vi por casualidad, y ahora es prácticamente mi película preferida. Me fascina por todo, el guión, los actores, los personajes, la forma de contarla, la fotografía, el vestuario, todo.
Pocas películas consiguen que me emocione hasta la lágrima, y esta es una de ellas.
Es de una sensibilidad exquisita, y en ella hay de todo tipo de pasiones a las cuales un ser humano puede verse arrastrado, amor , odio, celos, amargura....
Todos podemos sentirnos identificados con alguno de los personajes en algún momento de nuestra vida...Lástima que no la hayan publicitado mas, porque las personas que no la han visto, dejan de saborear un dulcísimo bocato di cardenale.

Me pareció una preciosa y lírica historia de amor, celos y erotismo que pierde el rumbo en la parte final. No suelen gustarme esas tendencias hacia el dilema religioso, salvo cuando llevan implícita alguna crítica. Como no soy creyente, me parece ridículo; aunque, como convivo con gente así, reconozco al personaje de la mujer (Julianne Moore), y ello me permite identificarme con el amante ateo (Fiennes).

Otra cosa que me pareció original, además de las que ya se han mencionado en críticas anteriores, fue el personaje que le toca interpretar a un Stephen Rea cumplidor. Es tan patético que me entraron arcadas, y creo que es lo que perseguía el director. Eso sí, tampoco es que pegara mucho con el tono de drama romántico apasionado con el que se comienza.

Pero lo que más me gustó fue el detective privado metepatas que intenta enseñar el oficio a su joven hijo. Son dos de los personajes más entrañables que he visto en los últimos años.

El director irlandés Neil Jordan, adaptó en esta ocasión una obra del escritor inglés Graham Greene, y tras su decepcionante anterior trabajo In Dreams (tópico y trillado filme de terror que pasó con más pena que gloria por las carteleras de medio mundo) consiguió deleitarnos con una historia de amor metafísica con tintes sobrenaturales, que plantea el dilema moral que conllevan la razón frente a la fe; amor, odio y Dios son los interesantísimos temas a tratar en el melodrama El fin del romance, llevado con sublime elegancia por su director y que logra entroncar con esas grandes historias románticas del Hollywood dorado (referencias obvias a Breve Encuentro, salvando las distancias por supuesto, y a la inferior El paciente Inglés), dotada de un halo épico que incluye tremendismo y redención a partes iguales.

La exquisitez formal de cada uno sus planos, su barroquismo, su misticismo, su magistral utilización del "tempo" (nos cuenta una a priori "gran historia" en poco más de 90 minutos, dosificándolo de manera admirable), su opresiva música, y sobretodo sus intérpretes, destacando una soberbia Julianne Moore, en uno de esos papeles dignos de cualquier premio que se precie y que dota a la película de un poder de fascinación francamente sorprendente, mezcla de clasicismo a la par de modernismo.

Toda su poética queda arropada por un guión bien estructurado con pocas fisuras, pero que en su conjunto resulta demasiado perfecto, frìo, aunque nada reprochable habidas cuentas de que Jordan intenta ser sobrio en todo momento y huir de filigranas y de un tratamiento edulcorado de las escenas románticas, rodadas con sensualidad y una madura elegancia nada habitual en los tiempos que corren.

LO MEJOR: El uso de flashback y la diferente perspectiva de los sucesos según el personaje
LO PEOR: Que en algunos instantes se deje entrever una extraña sensación de manipulación de cara al espectador, pero de todas formas eso es cine al fin y al cabo.

Pocas veces se da una química igual en un hombre y una mujer enamorados como la lograda por Moore-Fiennes. Excelentes actores que representan su intimidad sexual de tal manera que se tornan hermosos, aunque físicamente a mí no me parezcan guapos ninguno de los dos: pero son actores, y él camina y mira con la vulnerabilidad de un escritor indefenso para las grandes pasiones, como lo fue el propio Graham Greene que escribió esta novela de tono autobiográfico con sus grandes obsesiones en primer plano: el placer, el adulterio, el pecado y la fe (fue un protestante británico que se hizo católico).

Los desnudos parciales, la ansiedad con la que se tocan, se buscan, se compenetran bajo esa lluvia pertinaz con el constante e hiriente devenir de la angustia: por celos, por miedo a sufrir, por terror a no comprender, por amor y por una fe que nunca se ha querido tener.

En un marco de atmósfera tan bien orquestada por Nyman, el triángulo de actores funciona a la perfección y el cura que hace Jason Isaacs con esos ojos tan penetrantes, tan expresivos, colma de arte esta experiencia excepcional en la que el director logra una obra redonda sin cargarse el libro original: por el contrario, respetándolo, amándolo, tornando cinematográfico su brillante texto literario-teatral.