Jungle Run

Tanto Luis Buñuel como el mismísimo Alejandro Jodorowsky empalidecerían si hubieran tenido la oportunidad de apreciar esta maravilla parida de las entrañas más retorcidas de "The Asylum". Porque aunque el lenguaje es llano, casi plano o subterráneo, todo el metraje transcurre manejando descontroladamente el simbolismo. Seguramente esta es la obra mayor de las menores que ha lanzado la conocida productora que cosecha admiradores incondicionales (como un reconocido uploader barcelonés acostumbrado, casi que enviciado, en ofrecer a los grandes públicos obras extraordinarias) y de otros condicionales en el caso de que haya algún dinerillo para promover o subtitular películas de esta calaña.

No se escatimaron refuerzos de mortadela ni de salame en el catering servido al equipo de rodaje, detalle este que resulta bastante al pedo mencionar y que no hace a los motivos de la reseña. Si es que los hay, claro. Me refiero a los motivos.

Terror puro y duro. Y es seguro que uno se puede dar contra un muro, igual que hizo en la Edad Media el Rey Arturo consumiendo enormes cantidades de sodio en forma de cloruro, y con cuyo recuerdo me torturo al pensar que con tanta sal el corazón fisuro y las arterias obturo. Y para transigir al siguiente párrafo el texto ya está maduro.

La hiper realidad (cuya inspiración seguramente fui influida por el realismo mágico de Gabo García) hace que en esta historia se mencionen mitos paraguayos, pero la acción está situada bien al norte del Brasil, más precisamente en Manaos pero que tiene la peculiaridad de que se pone rumbo a las cataratas del Iguazú (en la triple frontera de Brasil, Paraguay y Argentina) pero... sin salir de la amazonia. Todo es posible: ranas dardo cuyo veneno matan a una persona en cuestión de segundos, pirañas que se devoran la hélice y el casco de madera de un yate de porte mediano (no se explica pero seguramente hubo alguna mutación de esos peces dientudos en cruza con el pájaro carpintero), caimanes que ya fueron usados en "Aquarium of the Dead" y una gigantesca, mitológica, inenarrable anaconda que se traga enteros a los personajes. Convenientemente, la última en ser deglutida llevaba un machete en mano con el que abrió las tripas de la serpiente, pudo salir y luego con sucesivos cortes fue sacando uno a uno a sus compañeros devorados que, milagrosamente, aún estaban con vida.

LA FRUTILLA DE LA TORTA

En el paroxismo de la hiper realidad, aparece un personaje secundario: un negro... albino.

Y los efectos especiales son muy disfrutables. Como ejemplo se menciona el chorro de un grifo de agua corriente que sobreimpreso en croma muestra "La Garganta del Diablo", celebre cascada de las cataratas del Iguazú que, del lado argentino, es frecuentemente utilizada como plataforma de suicidios. Además de unas tarántulas grandísimas que parecen estar compuestas de una aleación metálica y minerales que saltan de las copas de los árboles para aplastar a una tribu indígena.

En fin, como siempre un elenco sólido como la roca, impenetrable como la cara de piedra y sabroso como el gofio acompañado de una malta bien fría.

Es tan increíble que vale la pena verla para probar nuestra propia, única e inocente capacidad de asombro.