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Su hombre

Drama Una prostituta protegida por un matón se enamora de un joven marinero. (FILMAFFINITY)
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
4 de mayo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una película de comienzos del cine sonoro, en la época anterior al código Hays, como se observa en su temática donde la protagonista es una prostituta y casi toda la acción se desarrolla en un local de alterne de La Habana, no en París como dice erróneamente la ficha de Filmaffinity. Fue dirigida por Tay Garnett, veterano director que tuvo una dilatada carrera en Hollywood, y aunque no es equiparable a los grandes del cine clásico, nos ha dejado algunas notables obras como la primera versión de “El cartero siempre llama dos veces” (1946) o su obra maestra “Viaje de ida” (1932). Ésta que ahora comento ha estado prácticamente olvidada hasta que en el 2010 se halló una copia antigua y a partir de ella se realizó una nueva edición que es la que ahora circula por internet. Algunos críticos e instituciones, (H. Langlois en su época, el MOMA de Nueva York en los tiempos actuales), la han reivindicado como una obra maestra recuperada del primer cine hablado. No creo que sea para tanto, pero sí que tiene elementos interesantes que paso a comentar.

El tema , según algunos inspirado en la célebre canción popular “Frankie y Johnnie” , es bastante tópico: joven prostituta-ladrona (Frankie) dominada por un chulo (Johnnie) en un local de alterne en La Habana repleto de marineros, borrachos y personajes excéntricos, conoce y se enamora de un joven (Dan), apuesto, honrado y valiente marinero, (parece sacado de un anuncio Jean Paul Gaultier). También aparecen una pareja de amigos borrachos, matones a sueldo, una prostituta algo mayor (Annie), ya alcoholizada, que busca la huida y (su) la redención de la joven protagonista. Todo esto aderezado con canciones, peleas, asesinatos y algún que otro morreo. El film oscila entre el drama romántico, la comedia y el cine de ambiente exótico tropical.

Pero al mismo tiempo que se desarrollan estos tópicos encontramos una voluntad de estilo, unas innovaciones técnicas que resultan sorprendentes. Los propios títulos de crédito hechos con letra escritas en la arena de una playa que las olas van borrando son sugerentes, el travelling del comienzo es todo un prodigio técnico, digno antecedente del inicial y ya mítico de “Sed de Mal” de O. Welles. Los movimientos de cámara dentro del local, hechos con grúa, dan un gran dinamismo a una película que tiene pocas localizaciones exteriores. A nivel sonoro el sonido de la máquina tragaperras está tratado con gran habilidad, demostrando las posibilidades del sonoro, con muchos efectos sonoros fuera de campo: una paliza , el premio de una tragaperras. En su contra habría que señalar lo torpemente que está hecho el paseo en coche de caballos por la calles de la Habana y el exceso de diálogos, algo típico de los primeras películas parlantes. También la escena de la pelea multitudinaria está realizada a un ritmo acelerado más propio del cine mudo de M. Sennett quedando un poco anacrónica. Y el humor es tal vez demasiado blanco para nuestro gusto actual.

Pero tal vez lo más interesante del film sean algunos detalles que le dan un toque especial y hacen que supere todos los convencionalismos narrativos y morales que tiene: esa primera escena siguiendo los pies de Annie, la tarta de cumpleaños hecha con una magdalena y cerillas en vez de velas, la navajilla de Johnnie, toda una metáfora de su carácter y su peligro.

En resumen un film , que sin ser la obra maestra que algunos han querido ver, sí merece un visionado, sobre todo a los que gusten del cine ingenuo y romántico del periodo clásico de Hollywood. A mí me ha recordado a la célebre canción de “Los Rodríguez” que he utilizado para el título de la crítica, más que a la balada de Frankie y Johnnie.
kafkiano
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30 de octubre de 2015
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dentro de la convencionalidad y ejemplaridad de cada secuencia (que salta a la vista al espectador de hoy mucho más que al de entonces), esta muestra de cine precode, situado en ambiente de chulos y chicas de alterne, tiene, pese a sus escasos alicientes, algunos buenos momentos dramáticos y un final potente, de los que llevaban a aplaudir entusiasmado a un público agradecido por el estimulante estremecimiento que provoca ver la irrupción justiciera del bien corrigiendo el mal. Tiene, por ejemplo, unos planos muy estéticos y significativos de los pies de la protagonista, Helen Twelvetrees (¡Elena Doceárboles!) , dando vueltas de aquí para allá al ritmo que le marcan esas crudas imposiciones legales que le niegan una oportunidad para salir de su vida sórdida. Tiene el detalle romántico de la celebración del cumpleaños de la pareja protagonista: colocando, a falta de otra cosa, diecinueve cerillas sobre una madalena y encendiéndolas para soplar sobre ellas. La historia no sorprenderá a nadie: la desamparada Twelvetrees encuentra en el marinero cantarín Philips Holmes una oportunidad para casarse y abandonar la vida de chica de puerto, pero su chulo Ricardo Cortez planea matarlo y a ella no le queda más remedio, para proteger su vida, que fingir que es demasiado dura para aceptar proposiciones de matrimonio. Por suerte, su compañera de fatigas, la madura alcohólica Marjorie Rambeau, hará una mediación decisiva. Son, en definitiva, las convenciones del sempiterno Hollywood reducidas a la elementalidad más reveladora.
Capitan Ahab
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