El boxeador chino

A un menda le enseñaron desde guaje aquello del "respeto a las canas", a no reírse de los viejos del barrio aunque anduviesen borrachos como cubas esquivando baldosas, a ayudar con las bolsas de la compra a las venerables ancianas aunque luego no dudasen en chotarse a la pestañí (o a tu madre, que era peor) de que te habían ligado haciendo alguna picia por el barrio, a ceder el asiento en el bus a las viejas, en fin, esas cosas.

Igual por eso es por lo que pienso que esta película, pionera en su género, merece ese respeto que hay que guardarle a los viejos achacosos y demás. No sé si fue, no lo creo, la primera película de artes marciales como tal, pero sí la primera en tener cierto éxito y la que estableció los rasgos fundamentales (rivalidad entre escuelas, proceso por el que el joven pringao se vuelve un héroe a través del entrenamiento y el sacrificio, escenas de peleas exageradas hasta lo disparatado, viejos que reparten guayas a diestro y siniestro...) que luego se han venido repitiendo hasta la saciedad en cientos o miles de películas del estilo. Es por ese respeto que decía antes por lo que en vez de hablar de actores más malos que el SIDA, puesta en escena de mierda o diálogos para besugos, diré que técnicamente es muy modesta y que hay que tener en cuenta que este tipo de pelis, antes de que llegase Bruce Lee y el tema se hiciese más serio y más profesional, estaban hechas con cuatro duros y mucha ilusión (o caradura, según se mire). Así que disculpemos las coreografías cutres, el viejo al que la joroba se le va cambiando de posición o los chistes a los que es imposible pillarles la gracia. Lo malo de abrir un camino es que te toca quitar la broza y claro, acabas lleno de arañazos y magulladuras.

Es la principal pionera de un (sub)género longevo y muy exitoso. Y esa es su principal virtud.