Totò Sapore e la magica storia della pizza

Recuerdo el trabajo de campo en la elaboración de los fondos de esta película, porque yo fui uno de los sufridos trabajadores españoles que colaboraron en la producción. No diré más que fue un infierno. Trabajar a las órdenes de uno de los grandes de este mundillo (Marcos Mateu fue el director de arte) fue sumamente duro. Pero centrémonos en el resultado y olvidémonos de los entresijos.

Aunque estéticamente tiene una factura interesante (qué voy a decir yo, ¿verdad?) el planteamiento es terriblemente aburrido. No se pronuncian más que unas pocas palabras y ya están todos los personajes liados con otra tanda furibunda de saltos y volatines a ritmo de tarantella... De sobra es sabido que la mayor parte de las producciones animadas están llenas de tópicos y, sobre todo, son tremendamente maniqueas (con la honrosa excepción de las del maestro Miyazaki y pocas más). Pues bien, ésta no es una de esas excepciones. Todo acaba oliendo a copia, a refrito predigerido. Y ésta no es, precisamente, una buena cosa, sobre todo cuando se trata de una película que habla de la "historia de la pizza". A pesar de todo, recomiendo que la echéis un vistazo para ver los ambientes, el color y los efectos. ¡Pero quitad el sonido, insensatos, si no queréis sufrir las consecuencias del golpe brutal en vuestros oídos y cerebelo de varios festivales de San Remo ( y alguno de Benidorm) concentrados en muy pocos minutos! No hay mucha gente que sea capaz de aguantar semejante tormento.

No sé quién fue este personaje -reconozco mi ignorancia- pero supongo que, a la vista de la cantidad de restaurantes con el nombre de Totó Sapore repartidos por ahí, debe de ser una figura importante relacionada con la gastronomía italiana. Y ha de ser así y no al contrario, porque, sinceramente, dudo mucho que fuera esta película la que inspirara a algunos empresarios del ramo para bautizar sus negocios. ¡Ya me habría gustado a mí que hubiera sido al contrario! No sé, a lo mejor -¿quién sabe?- habríamos podido engancharnos en la producción de una segunda entrega. Asumiendo, eso sí, el riesgo de que el público sufriera una grave indigestión.