Los modernos

La matizada dulzura de la trama queda sobrepasada por el magistral manejo de la cámara, por la escenografía deliberadamente acartonada y por la parte vertebral de la trama: la subjetividad en el arte.

Aunque rodada íntegramente en Canadá, la acción de esta maravilla dirigida por Alan Rudolph se ubica en el París de los años veinte.

Centro del universo cultural de la época, la capital francesa es recreada de forma magistral por este realizador estadounidense al que sus compatriotas "acusan" con frecuencia de europeo.

El romance y la intriga se alternan con un análisis -no tan superficial como pudiera parecer- acerca del amor y del arte.

El actor-fetiche de Rudolph, Keith Carradine ("Inquietudes", "Bienvenido a Los Ángeles", "Elígeme") recibe la réplica en esta ocasión por parte de una Linda Fiorentino que aquí alcanzó el techo de su modesta carrera cinematográfica.

También pululan por el film otros habituales del cine de Rudolph como Geneviève Bujold o Geraldine Chaplin.

En cuanto al argumento, éste gira alrededor de un pintor norteamericano de gran talento, Nick Hart (Keith Carradine en el film) que, sin embargo, no logra vender un cuadro pese a lo cual se resiste a acabar siendo un mero falsificador como lo fuera su padre.

La aparición de una hermosa y sofisticada mujer, casada con un poderoso y peligroso hombre de negocios, desencadenará los acontecimientos y abrirá viejas heridas.

La ambientación y la música, incluyendo una destacada actualización del tema "Parlez-moi d'amour", contribuyen a redondear un film que ocupa un lugar muy especial en el corazoncito de este modesto cinéfilo.