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Pierrot el loco

Drama. Romance Ferdinand Griffon, alias 'Pierrot', huye de París con Marianne, la niñera que ha contratado su esposa. La pareja se dirige al sur de Francia, pero el viaje se torna muy peligroso cuando una banda de gángsters con los que Marianne está implicada, les va pisando los talones. (FILMAFFINITY)
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Críticas 53
Críticas ordenadas por nota
20 de febrero de 2008
16 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una de mis películas favoritas, por no decir la que más. Me parece genial el modo en que Godard nos rompe los esquemas narrativos, apelando a nuestra inteligencia. La película es principalmente estética. Se trata de un placer visual. La vestimenta, los diálogos, los actores, las referencias artísticas, la música y, por supuesto, el final... Pierrot el loco no es una película, es una obra de arte sin lugar a dudas.
eleticidad
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29 de marzo de 2009
27 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nota, un impulso. Nuestro encuentro, una foto. Mi decisión, una explicación meramente equivocada, las olas vienen y van, se renuevan y son todas distintas, no necesitan explicaciones, no van a seguir un ritmo adecuado porque sea necesario escribir sobre ellas. Son para verlas, escucharlas y siempre que haya ocasión, atravesarlas en contradirección.

Dos humanidades encontradas. La ración de realidad, el segmento de lo perjudicial para una grata salud mental. Compartir... las ocasiones. Sentir... el desconocimiento. Aprender... la nada.

Se llama Pierrot, no Ferdinand, si ella lo dice, hay que creerla, cualquiera haría lo que ella dijera. Y Pierrot la quiere comprender, absorber, seguir sin preguntas o atravesar con dudas. Tiene ojos, boca, oídos, pero nada le pertenece a un mismo conjunto. Un hombre solo siempre habla demasiado. Un hombre acompañado, escribe lo que va ocurriendo, tacha lo no previsto, hay que ir modificando la historia, aceptar el sí, el no, jugar con los acontecimientos, aprovechar el lento tiempo, el largo camino, el rápido descontrol.

Marianne, que ve pasar las nubes y elige con cual se quiere vestir cada día. Es todo tan sencillo que parece adentrarse en una adorable perplejidad. Porque ella es perfecta teniendo tantas incógnitas que ocultar tras esponjosas sonrisas y penetrantes miradas.

Me hablas con palabras y yo te miro con sentimientos.

Dar tijeretazos a las cumbres, morder las novedades, y vivir, sólo vivir...

Extractos de la cinemàtographie, el espléndido sentido de la orientación de una brújula que no tiene aguja ni norte que marcar.

Y momentos, uno detrás de otro, todos perpetuos, cada uno perteneciente a su propio universo y en conjunto adaptados a la infinidad de los sentidos. Hacer completa una historia que no necesita explicación.

Enamorarse de Pierrot y a los pocos minutos serle infiel con Marianne y en algún momento perder la noción de lo claro y comprendido y pensar en pactos de silencio. En lo que no se cuenta, lo que no se debe preguntar y lo que todos los días se quiere responder.

Porque quién necesita saber donde se encuentra realmente el norte, mejor saber donde estás hoy y no preocuparse cuantos segundos faltan para mañana.

Nadie debe alzar la voz nunca para volver a decirme que una escena totalmente fuera de toda comprensión humana, no viene a cuento y no aporta nada a la narración cinematográfica. Es una mentira porque cada segundo, cada frase robada o intencionada hace que una película basada en olas de aguas francesas sea perfecta, con colores primarios incluidos. Con ideas revolucionarias y sentimientos desaprobados...

Con todo esto y mucho más, con lo que se ve, lo que se percibe y lo que se recuerda... el francés es un idioma que nunca debí olvidar... lo compensaré no olvidando nunca esta película ni las tijeras que la protagonizan.
mnemea
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16 de abril de 2011
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ferdinand, como quiere que le llamen, obviamente nombre más evocador que Pierrot, y Marianne van en coche, libres. Salen del camino porque sí. Pierrot está loco, al igual que Marianne, porque salen del camino y va y lo hacen, sí. Hacen el camino. Y, antes o después de tomar en el tiempo la libertad pura, miran atrás y tras una pregunta furtiva y acertada, pues de esos labios no podía salir otra cosa, síguele una respuesta sorpresa: siempre hay alguien que mira, Ferdinand saluda al espectador, al ser imitador.

Con un libro en la mano, nuestro hombre se dispone a intentar que lo admiren, leyendo y bailando alrededor de ella, pues solo existe ella, ella y el suelo que pisa. Mucho puede cortarse en el ambiente (pasión, locura, libertad) pero otro tufo de pregunta se inserta en mi nariz, pues qué sería la nada sin preguntas y respuestas. Una pregunta sencilla, sobre el puro amor, conllevando una respuesta que eliminará cierta incertidumbre que sobrevuela a nuestro hombre: ¿me amará por siempre?, ¿me atacará por siempre la emoción de sus pechos?, ¿todos los días de mi vida? Nunca se sabrá.

La respuesta llega rápida: sí. Y sus poderosos ojos se posan sobre mí: sí. Y sus poderosos ojos vuelven a posarse sobre mí. Me informaron, sus ojos, de que nunca ella será de otro que no sea Pierrot, en su primer cruce con los mios. En su segundo sí me dijeron que la admirara y que me resignase a vivir sin conocer la emoción de sus pechos. Fue un adiós corto y seco. Pero sigo sin creérmelo.

Yo, respecto a la parte que me toca, me limito a decir que hace un segundo ha dejado de ser las 15:29, o sea, nada.
h e r m a n ô n e g r ö
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6 de agosto de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pienso que Godard es como Man Ray. En sus esculturas, (como por ejemplo en Gift [1921], Object to be destroyed [1923] o Painted bread [1958]), el fotógrafo experimenta con lo cotidiano, vale decir, con lo que conocemos y vivimos todos los días, para desde ahí producir un efecto sorpresivo que lo desnaturaliza. En esta película, Godard hace lo mismo.

El efecto sorpresivo es, sin embargo, particular. En Mulholland drive (2001), David Lynch produce este efecto sorpresivo (y desfamiliarización) de lo cotidiano a través de un hecho no cotidiano. En cambio, Godard lo produce a través de la cotidianidad misma –donde el amor, el arte y la literatura están insertos en ella–.

¿Pero en qué sentido Pierrot le fou sería una desfamiliarización de la realidad? Dejemos que Deleuze hable por nosotros: esta consiste en "[...] toda una ascensión de trastornos sensoriales y motores, indicados apenas de ser preciso, movimientos en falso, ligero torcimiento de las perspectivas, aminoración del tiempo, alteración de los gestos. La acción falsa pasa a ser signo de un nuevo realismo, por oposición a la verdadera del antiguo. Desmañados encuentros cuerpo a cuerpo, puñetazos y disparos desajustaos, todo un desfase de la acción y de la palabra sustituyen a los duelos demasiado perfectos del realismo americano" (La imagen movimiento 2018: 296-297)
Gonzalo Vich
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29 de diciembre de 2023
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9,2

Ferdinand Griffon, alias 'Pierrot', huye de París con Marianne, la niñera que ha contratado su esposa. La pareja se dirige al sur de Francia, pero el viaje se torna muy peligroso cuando una banda de gángsters con los que Marianne está implicada, les va pisando los talones. (FILMAFFINITY)

"Como sucede siempre con este director, la brillantez expositiva tiene como contrapartida una tendencia a la elucubración gratuita con apariencia trascendente. Los resultados son atractivos pero algo irritantes. (...) Puntuación: ★★★ (sobre 5)"

Debió de equivocarse de sala y vería Blancanieves de la rumba para buscar poesía sin puntuación que nos hace perder el aliento y confundirla con la lista de la compra..

Vi la película hace unos 40 años (Yo verdaderamente veía la 2 y Jazz entre amigos,, el tiempo nunca avanza desde el el punto de de mi mira de un visionario, cuando copiar una hora de arte era 60 minutos de inspiración; A Goddart no le hizo ni puta falta copiar lo que no tiene molde. Belmondo era ya una leyenda; el feo más iconoclasta y seductor que ha existido.
FEnrique
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